Las dos piedras

Autor: Manuel Velis-Pacheco

 

 


Dos piedras que coincidieron en el cauce de un río, decidieron discutir acerca de lo que les esperaba en la vida.  La una decía:
       - "A mì, me espera un futuro verdaderamente halagador pues los golpes me han hecho realmente bella y me han convertido en una atracción para cualquier lugar en donde a los hombres se les ocurra colocarme; ya sea en una candorosa fuente, alguna hermosa pared de un castillo o mansión; o, cualesquiera otra idea que puedan inventar".   Seguidamente agregó desdeñosa:
       - "Por tí, mi pobre amiga, siento lástima, porque te espera un futuro doloroso.  Mírate, además de ser grande y grotesca, eres demasiado pesada para que alguien ponga sus ojos en tí y, se tome la molestia de sacarte de este río para darte uso".
      
La interpelada contestó serenamente:
       - " Ciertamente tienes razón en algún sentido.  Tú, eres bella a fuerza de golpes; yo en cambio, no tengo tu belleza, pero, recuerda que tú podrás ser utilizada unicamente como un adorno superficial de cualquier obra que el hombre emprenda y, a la larga puedes resultar dispensable.  Yo em cambio, no pretendo ser vista sino útil.  Si le sirvo al hombre para buenas obras como es construir casas, represas, muros de contención, etc., aunque no sea vista, ya me doy por bien servida; en cambio tú, pretendes ser vista y admirada.  Deberías darte cuenta, que aún ni los golpes han podido moldear tus vanas pretensiones".
      
En ese instante llegó un constructor de casas con sus ayudantes y las piedras le oyeron decir:  -"Escojan las piedras más grandes, no importa la forma que tengan; recuerden, que son las que realmente sirven.  Las pequeñas servirán de adorno si los dueños de las casas así lo piden, pero eso está en veremos.  No tomen ninguna ".

      
Hoy quisiera yo preguntarte a tí: ¿Qué clase de piedra eres en el río de la vida?  Espero que escojas ser grande en tu contenido real y puedas ser utilizado en la construcción de un mejor futuro.  Procura no quedarte pequeño y acostumbrarte a ser un mero adorno en el diario acontecer.