El niño y la mariposa

Autor: Manuel Velis-Pacheco

 

 


Jugaba un pequeño en el fondo del jardín de su casa.  Jugaba como juegan los niños que aún no caminan. Era una belleza de la naturaleza que mostraba las maravillas que el Creador suele inventar día a día.  Era una maravilla con vida y, era una vida de maravillas.  Todo le atraía y todo le distraía: las flores, las plantas, las piedrecillas, los pajarillos y jugaba a entretenerse como un bebé.             

            Una mariposa que como hoja suelta bailoteaba al compás del viento, vino a posarse en la mano izquierda del pequeñuelo y; éste, viéndola le preguntó:

      –– Dime, ¿por qué tú tienes tantos lindos colores y todos los de mi raza no tienen más que un solo color?

 

            La mariposa se detuvo, dejó de aletear y, muy seriamente contestó:

     –– ¡Ah! Es que nosotras las mariposas dejamos ver nuestros colores a través de nuestro cuerpo, más vosotros los humanos dejáis ver vuestros colores por medio de vuestras almas; así, los pequeñuelos como tú, tienen el alma completamente blanca, que demuestra pureza; los hay muy malos, que tienen el alma verdaderamente negra; los hay felices, que la tienen de color azul, y así, se da toda la gama de colores…

 

El niño se quedó pensativo y, lanzando un leve suspiro, como a quien le falta el aire, dijo:

     –– Dime, ¿cómo puede alguien tener todos los colores que tú tienes en tus alas?

 

La sorprendida mariposa se apresuró a replicar:

      Mis colores reflejan mi condición de mariposa feliz y alegre de formar parte de esta naturaleza que Dios ha propuesto para que todos vivamos en armonía.  La variedad de los colores de mi cuerpo, es el reflejo del  modo en que vivo.      

 

Dicho todo, la mariposa se alejó alegre y danzarina, a recorrer todos los escondrijos del jardín, mientras el niño, aprendía su primera y más grande lección de cómo vivir: alegre y feliz de formar parte de esta hermosa naturaleza que Dios nos ha propuesto.