En un tiempo, cuando la noche y el día se
vestían igual y gozaban de los mismos privilegios, vinieron los hombres a
poblar la tierra. Al principio
todos los hombres eran buenos; pero pronto, muchos de esos hombres se
hicieron malos y cometían toda clase de fechorías, la mayoría de ellas
cuando el día había avanzado mucho, porque la maldad siempre despierta
muy tarde; así, en una de esas ocasiones, la noche vio como un hombre
daba muerte a otro. La noche
se sintió triste y avergonzada de eso, por ello, guardó su traje blanco
de fiesta y desde entonces sacó del cofre de ornamentos y vestiduras, el
más negro de todos los vestidos que pudo encontrar, para que el día no
pudiera ver las cosas malas que los hombres hacían.
El día, sin embargo,
también vio a los hombres hacer maldades durante su turno de cuidar a la
humanidad y, por ello en muchas ocasiones viste un velo que oculta el
desenfreno de lo que no viven en paz.
Así, simplemente, surgieron el día, la noche y la niebla.