¿Que nos esta pasando?

Autora: Zenaida Bacardí de Argamasilla

Libro: Pinceladas

 

D icen que nuestra juventud está perdida. Y tal vez sólo está buscando un camino para salvarse.

Dicen que nuestra juventud está dominando. Y tal vez sólo esté implorando.

Dicen que anda precipitada por los laberintos del mundo. Y tal vez no encuentra un surco nuevo donde expandirse.

Dicen que se ha vuelto incrédula, materialista… Y tal vez esté buscando en la realidad del ambiente en que vive, algo que la salve, que la impregne de una mística, de unos ideales que le sirvan de faro y de bandera.

¿Qué opina de esto la mujer? ¿Qué opina ella de esta juventud que acaba de salir de sus manos, que lleva fresco todavía el calor de su corazón y a la que ha cuidado, seguido, modelado?

Ella, la madre, a quien todo esto afecta de manera directa y que quiso ser roca para proteger, sabia para hablar, suave y dulce para arrullar.

Porque hay una verdad: la juventud se ha rebelado, rompe los moldes establecidos, se individualiza, se manifiesta… atenta sin decoro, sin miramientos, contra lo que tuvimos siempre por más sagrado y más inamovible.

Sienten los efectos de algo cuyas causas desconocen, quieren llegar a alguna parte y no saben adónde. Los sicólogos, los analistas, los hombres preparados, entendidos, estudian, comentan, escriben… pero no encuentran la causa concreta, ni dan con la solución justa y adecuada.

Grave peligro, porque muy pronto serán ellos los que tomen las riendas del mundo y dicten sus normas de acuerdo con sus nuevos conceptos de vida.

Los estudiosos, los grandes pensadores, buscan el origen en el desastre de los hogares, en las injusticias de los medios sociales, en las mentiras del ambiente, en las frustraciones que han sufrido en propia carne. Y como la juventud está más preparada y más consciente de su personalidad y sus derechos, es más atrevida, más desafiante. Los jóvenes creen que son más libres con esa música, esos vestidos, esos bailes, esa evasión del círculo cerrado donde nuestra sociedad los había aprisionado.

Nosotros somos unos desorientados pacíficos, expectantes. Ellos, con más fuerza de temperamento, con más sangre en las venas, con más inconsciencia en su rebeldía, estallan en atrevimientos y en extravagancias.

No es un problema que pueda silenciarse. No es una evidencia que deba dejarnos indiferentes, cruzados de brazos. Pues nuestra sensatez, nuestro equilibrio, nuestro incondicional respeto a todo lo establecido, no parece haber sido un cimiento lo suficientemente fuerte para una juventud que se tambalea, se desconcierta, oscila entre una cosa y otra.

Todavía están vigentes las dos fuerzas… Es el momento crítico. Después será demasiado tarde.

¿Cómo no comprometerse en una tarea que salvaría tantos valores?

Material nuevo, sólido, para un edificio como el humano, que pesa demasiado.

Nuevos puntos de vista, para nuevas formas de vida.

Cristianismo vivo, para una juventud palpitante.

Valores auténticos, que se realicen. Los jóvenes están acostumbrados a que los expongan y luego los deformen. Hay que llevarlos a Cristo, que va al mundo, al diálogo, a los valores eternos.

La juventud tiene un gran caudal de espiritualidad, de sueños que son indestructibles, inherentes a ella, y que la hacen bella y pura.

Traen el signo de lo nuevo. No por eso debemos rechazarla, ni tratar todo lo que ellos exponen con auténtico sentido de verdad, como si fueran deformaciones y locuras.

Todavía queda mucho positivo…

Los jóvenes son agresivos, pero odian menos. Protestan más, pero su corazón es más limpio. Ambicionan mucho, pero les brota sin esfuerzo la generosidad. Y cuando se lanzan a la conquista, lo hacen con una pasión, con un entusiasmo, con una entrega que nos dejan admirados.

¿Qué nos está pasando? ¿No queremos? ¿No podemos? ¿No sabemos?