El Padre Villarronga, un sembrador

Autora: Zenaida Bacardí de Argamasilla

Libro: Corazón revelador

 

 

Llega siempre de prisa, con apuro. Porque mientras está sembrando aquí, dejó semillas húmedas y cálidas por otra parte. Y más lejos, unos brotes abriéndose, una raíz llenándose de calor y de luz.

El sembrador es así. Llena la parcelas y va cuidando de un lado a otro que ninguna se malogre.

Lleva pasos de impaciencia humana, pero con sabiduría divina y gracia de Dios. Arranca cizañas y basura, para tirarlas al fuego y que ardan: el objeto es mantener la hoguera viva.

Tiene vibración humana, personal, su cristianismo. Sabe darle dimensión dentro de su ámbito. Deja ejemplo, luz, lección. Sabe que el mundo necesita una nueva caminata y él recorre la siembra y llama a cada puerta. Cada alma es la cumbre de su trabajo. Es valiente, enterrando semillas en un mundo donde la siembra está tan estorbada por rivalidades, materialismo e injusticia.

¿Qué importa que la hazaña del sembrador no sea públicamente reconocida en todo lo que vale? Será mejor así, ya que el mundo no reconoce más que ganancias y beneficios económicos.

Duele la incomprensión de los desganados para esta batalla frontal de los principios donde él deja la vida. La incomprensión de esa actitud para sembrar hondo, porque ese sacrificio es de escogidos. Madurar el fruto cuesta trabajo. Recoger cosecha es como haber entregado gotas de sangre y prodigios de amor.

La mirada a Dios, los pies al camino, y el pago en almas. No hay otra moneda para el sembrador.

Que la estrella ensanche su camino, esta estrella del pesebre que parece hecha para guiar almas así, generosas e impacientes. Con la mirada quieta y los pies presurosos.

Recoge la palabras del Señor, les da sonoridad espiritual y se las repite al mundo. Sabe poner a Dios en la nota esencial, y las deja en el espacio. No las recubre de artificio, no les busca tonos de acompañamiento, deja que entren solas al corazón del hombre. Allí se iluminarán como un lucero.

Todos los domingos salen al aire sus palabras. Y durante el vuelo se vuelven sabiduría y luz del alma.

El Señor volcó en su persona grandes dotes. Y en su mente grabó sus palabras. Tal parece que él le respondió de esta manera.

Si eres el camino, te daré mi rendimiento.
Si eres la verdad, te entrego mi fe.
Si eres la vida, te doy la mía.
Entre tu amor y mi amor, las almas de los hombres.