Señor

Autora: Zenaida Bacardí de Argamasilla

Libro: Corazón revelador

 

 

Me recreo a veces con mi espirítu atolondrado. ¡Y qué sed! ¡Cuanta sed de altura! Llenaba el aguijón con gotas de la cumbre. Pero no me gustaba tu campo, ni el sendero donde me pusiste a regar… ¡cuántas veces tuve que pedir perdón por eso!

Lo que me gusta es remontarme. Irme más allá hasta la niebla vaporosa y sútil. Me dicen que ese es tiempo perdido en el vacío, divagando en la nada. Contornos de niebla que se disuelven y no van a ninguna parte.

Señor, las palabras de la fantasía, ¿no dibujan, no cantan, no despiden luz? ¿La creación no vale? Un alma aspirando a Ti, o metida en otra alma, ¿no es un enlace positivo? ¿Volcar inspiración no es derramar amor? ¿Acaso la tierra agrietada y reseca no se chupa al amor? La obra, si no es tangible, ¿deja de ser obra? ¿La palabra no transmite energía? ¿No descubre y enseña los valores supremos? ¿O hemos de pasarnos la vida arando la tierra, pero sin saber sembrarla; encontrando raíces, pero sin saber medir su profundidad; mirando el cielo, pero sin poder llegar a sus estrellas?

De esos sueños es de donde salen la sonoridad del corazón y los versos vibrantes y escondidos.

A veces, cuando se cierran los ojos se abre el horizonte, se vive una atmósfera, se crea otra voz, se calienta un cielo.

A veces ese pájaro de la fantasía hay que metérselo en los ojos, cobijarlo en el corazón, para que no quede mustio de frivolidad, muerto de frío.

Por eso necesito soñar.

Y después, escribir.

Que es como volcarme toda en el pico de los pájaros, en las alas del viento, en el nido del amor, en el corazón del hombre.