El amor y el sexo

Autora: Zenaida Bacardí de Argamasilla

Libro: Corazón revelador

 

 

No siempre el sexo conduce a la pasión, a los malos pensamientos. El sexo es parte integral de nuestra personalidad, lo lleva la mujer como parte esencial de su ser. Puede traslucirlo en una mirada, en un gesto, en un tono de voz. El sexo se humaniza, se refina, se eleva, si la mujer tiene capacidad para sublimarlo y el acierto de hacerlo con arte, con delicadez, con calidad superior.

Los sentidos pueden ser camino para penetrar al espiritu. La piel que se palpa puede ser aspiración de mayor elevación. El choque de dos sensibilidades puede ser como un río de caudal propio, dando una visión valiosa de la vida y de Dios.

Hay mujeres que atraen con un sexo insolente, otras con un sexo atrevido, chocante, denigrante. invitan al deseo, pero no elevan el espíritu. El impacto es que se puede disfrutar de ellas pero no se les puede escoger como la mujer para disfrutar todas las cosas hermosas de la vida.

No te rebajes con el sexo. Enaltécete con él.

La atracción no es la felicidad. Aunque para la felicidad se necesite también de la atracción.

El sexo es una parte de la vida, pero no su finalidad, ni su único placer.

El sexo no es el amor, debe ser consecuencia de éste.

En nuestros días, el sexo ha perdido fantasía, intimidad, misterio, porque se exhibe en todas partes, siempe rayando en la vulgaridad. Lo han despojado de ese delicado encanto, de ese velo sutíl que cubría a los amantes. Y lo han reducido a una apetencia de los sentidos que se puede satisfacer a cada paso. No se necesita un amor, basta con el compañero de turno.

Ya no es una creación de dos temperamentos, una invención de sueños que nacen con la entrega. Le han dando tanta publicidad que resulta insípido.

La prensa lo ha hecho tema fundamental de sus publicaciones, y nunca habá visto tantos jóvenes insatisfechos, ni tantas almas practicando el sexo, llenas de vacío.

Lo que encarnaba antes la esencia de la más íntima vibración, hoy es un pasatiempo. Lo que el hombre conseguía a fuerza de generosidad, de ternura, de bellas expresiones de amor, hoy se le mete por los ojos, lo asedia, se le hace casi rutinario e irremediable.

Lo que tenía antes un precio tan alto se ha devaluado y lo puede obtener cualquiera.

La pornografía, las peliculas, presentan al amor de la manera más cruda, más burda, más chocante, sin respeto y sin arte. Y todo eso se ve del modo más natural.

En otros tiempos no se necesitaban tantas técnicas, normas, tácticas, cursos y estudios científicos sobre los mecanismos del amor. Pero hoy se vive obsesionado por el sexo.

Es una dura prueba que la juventud tiene que afrontar y que se presta a confusiones. Son muchos los convencidos de que el amor puede atraparse en un marco estrecho, que cabe en el espacio que va de un beso a otro beso, de un desenfreno a otro desenfreno. Cuando la verdad es que el amor no cabe más que en el marco que pueda encerrar todo el paisaje de la vida.

El amor sexual se ha hecho tan fácil, tan liberado, que apenas puede creer la juventud en un amor con ilusiones, con sueños, con delicadeza, con romanticismo.

Hasta el juicio le han quitado al amor. Primero bailan, se contorsionan. Después viene el sexo, como una locura más.

¡Pobre amor sin alas, reducido a instinto!

¡Pobre sexo sin luz, luchando inúltimente por adquirir la categoría del amor!

Siendo el amor un sentimiento tan bello, verlo así, drásticamente mutilado, es lo que más me oprime el corazón.

Hoy es como un follaje abigarrado.
Antes era como un silencio de profundidad.
Hoy canta en la copa.
Antes se enterraba en la raíz.
Hoy busca perfume.
Antes daba resina.
Hoy exhibe flores al mundo.
Antes era corteza dando protección al tallo.
Hoy crece en algarabía.
Antes maduraba en las capas del corazón.
Hoy lleva las sensaciones a flor de piel.
Antes se desangraba en besos, dejando la vida.
Hoy se mecen los sueños, y desaparecen.
Antes, los incrustaban en la propia entraña y les daban reflejos de fruto.
Hoy se da tiempo.
Antes se daba eternidad.