Un nieto con Ángel

Autora: Zenaida Bacardí de Argamasilla

Libro: Cartas para una vida

 

La vida está llena de planos y niveles.  No te coloques nunca en el de los bienes materiales y el propio provecho.  La felicidad de la vida no es comerciable, es sentimental; no es teatral, es intimidad.  Es limpia sensibilidad que se lleva por dentro.  Está en el corazón cuando vibra y en el alma cuando siente.  Es calidad, no cantidad. 

Crea, pero no te desbordes.  Ama, pero con realismo y comprensión.  Actúa, pero hazlo sin constantes indecisiones.  Y proyecta sin cegar a nadie, pero iluminando a todo el mundo. 

Da siempre algo más que lo indicado y lo justo.  Deja huella.  Regala bondad, pero sin creerte más que un instrumento. 

Vive intensamente, pero reposando las emociones.  Llena tu tiempo, pero sin agitación que te desnivele.  Goza con todas tus realizaciones, pero sin vanidad ni encumbramiento. 

La vida no espera.  Trázate desde temprano una trayectoria y recórrela bien, con pasos tranquilos, pero sin retrocesos. 

La vida es una combinación de lucha, convicciones, deberes y virtudes, que no da tregua. 

Vigila tu intimidad, para que no cualquiera entre en ella, pero sin concentrarte tanto que parezca impenetrable o te hagas inaccesible a todo el mundo. 

Hazlo todo con medida, con mesura, con aplomo. 

Acostúmbrate a ratos de silencio:  es muy productivo para trazar trayectorias y para oír la voz de Dios.  Además, en silencio se equilibra el mundo interior y se fortalecen la creación, la inspiración y los sueños. 

La vida no debe ser para ti un quehacer caprichoso, sino un camino pensado, con sentido y con fundamento. 

No des cabida al ocio ni a la renuncia.  Empéñate en tus logros y pon cada vez mayor esfuerzo en lo que te has fijado.  No te lamentes de lo que no puedas remediar. 

Cuando ames, aprende a vivir superpuesto, a dividir en dos los sueños y a caminar sin saber si el latido que te guía es el de tu corazón o el del ajeno.  Cuando ames así, me dirás lo que vales o te darás cuenta de lo mucho que te falta todavía. 

La vida es una marejada fuerte.  Adaptar el amor a la realidad, una transición difícil.  Mide la distancia.  No lo pongas a vivir en la exaltación y la fantasía, ni en el deber y la rutina, sino en ese espacio intermedio donde por necesidad debemos realizarnos.  Entrégale lo mejor que poseas. 

Rectifica todos los días, endereza todos los golpes y levántate de todas las caídas. 

Dale a Dios gratitud.  A ti mismo, exigencia y deber.  A los demás, ayuda, compresión y respeto. 

A tus padres, enséñales que el adiós no es lejanía y la separación no es desamor… ¡y que nunca te perderemos! 

Aunque no te des cuenta, estás marcado con un sello de privilegio que, no pudiendo definirse ni sintetizarse, hemos llamado  “ángel”. 

Ese “ángel” es el regalo más preciado que hizo Dios a tu personalidad.  Lo irradia toda tu expresión.  Viene de dentro y se ilumina al salir.  Lo reflejas sin percibirlo y aunque no se palpa, se siente.  Es algo que arrastra, que envuelve, que refresca, que gusta. 

Con ese ”ángel” has quedado prendido entre nosotros y te haces inolvidable.  Con ese ”ángel” que emana de tu persona, alúmbranos la vida y caliéntanos el corazón.