A ti, que te has graduado

Autora: Zenaida Bacardí de Argamasilla

Libro: Cartas para una Vida

 

Estar graduado es haber pasado los primeros años de la vida y empezar a sentir el peso de nuevos esfuerzos y nuevas responsabilidades. 

Toca a tu preparación y a tu fuerza creadora la arquitectura del mundo en que habrás de vivir. Te quedan años de estudio y tenacidad, para trabajar el futuro y ajustar tu vida a las grandes aspiraciones de la ciencia y el espíritu. 

Estar graduado es empezar a espigar, a estructurar la personalidad, profundizar el conocimiento y aferrarse a una luz, un mensaje, unos principios, un campo de acción. 

Entras a una travesía donde la brújula, el timón y el ancla te serán indispensables.  Entras a un mundo de múltiples posibilidades, donde una recia voluntad te será imprescindible: ella es la gran activador y realizadora de la metas y los sueños. 

Tienes que trillar para abrir surco, abonar para preparar la tierra y exigirte mucho para producir.  Tienes que empezar a realizar la obra, a manejar el cincel, el molde del pulimento que necesitas para cuajar, perfilar tus actitudes y preparar un rendimiento.  Aprender a conocer de ti mismo y luego, de ti mismo, enseñar a los demás. 

Busca una razón fundamental en todo lo que emprendas.  Busca la luz de la fe, ella te servirá en los tropiezos que aún desconoces, en las tentaciones que habrán de sacudirte, en la habilidad que aún te falta para sortear imprevistos y peligros. 

Son todavía cortas tu alas para el espacio con que sueñas.  Es velada la luz para la claridad que necesitas.  Son pocos los años para la sabiduría y el temple de manejar tu libertad.  El hogar y la sujeción a los padres es siempre algo sencillo y seguro. 

La vida no es tan fácil como para dejarla pasar, ni tan difícil que no puedas conducirla. 

La vida, además de soñarla, hay que sentirla; además de imaginarla, hay que saber vivirla. 

Se aprende con dolor.  Se crece con lágrimas.  Se experimenta con derrotas. Se triunfa levantándose una y otra vez. 

Eres promesa. La realización es fatiga, esfuerzo, perseverancia; es siembra y es cristianismo. 

Es llevar en el pensamiento la enseñanza de los padres, en las manos la estructura del mundo… ¡y en el corazón el amor de Dios!