A los padres de nuestro tiempo

Autora: Zenaida Bacardí de Argamasilla

Libro: Cartas para una Vida

 

Queridos padres:

En el momento menos lógico, más fuera de razón y de moral más baja, les ha dado la vida una tarea difícil.  Ha colocado sobre sus hombros una obra irrenunciable y de enorme responsabilidad:  formar y conducir a los hijos.

 Indica el camino, pero no marques el del hijo con derecho propio.  Que tu autoridad sea flexible, tus mandatos justos y tus argumentos comprensibles.

 Que tu prohibición se ejerza con cariño.  Trata de razonar, antes que imponer, y opinar sin sentirte infalible.  No te pases la vida aleccionando, como si sólo tú fueras dueño de la verdad.

 Exígele a los hijos de acuerdo con la sensibilidad y el temperamento de cada uno.  Si algo tienes que imponer, que sea sin herir, y si algo tienes que decir, que sea sin crudeza ni lastimaduras.

 Enséñalos a caminar para cuando no puedan ir llevados de tu mano.  Los hijos llevan retratada la imagen de su hogar y generalmente obran de acuerdo con ella.  Dedícales tiempo, pues el hijo se siente importante y dichoso de que lo tomen en cuenta.

 Hazlos fuertes, no insensibles.  Y alegres, no bullangueros.  Logra tener ese sentido mágico de la intuición que te haga llegar a tiempo a los tropiezos y los descalabros.

 Cuando el hijo fracase, no tomes el camino de la recriminación y los reproches, sino el de la solución y el aliento.  Si el hijo triunfa, no tomes el camino de la vanagloria y la superioridad, sino el de lo que tuvo que exigirse y luchar, y lo generoso que fue Dios al premiar su esfuerzo.

 Usa el sentido del humor, que desvanece muchas tormentas, y déjales un campo de acción suficientemente amplio como para que se muevan solos y una libertad con el espacio necesario para que crean que están manejando su vida.  Pero en el fondo, síguele los pasos, entiéndeles las miradas, ajústales el dinero y ábreles el corazón. 

Tú hijo no es alguien extraño.  Que no te vean siempre imponiendo y siempre contradiciendo, siempre aguando los planes y dirigiendo la diversión.  Es un manejo difícil.  Debes estar cerca y mantener la distancia, imponer respeto y ser la última palabra a la vez que mezclarte con ellos y darles gusto.

 Debes estar muy alto y muy asequible.  Ser el ejemplo, el sagrado, el héroe y a la vez el que bromea, premia y juega a la pelota.  Tener una gran dimensión, pero a la vez adaptarte al tamaño de cada uno.  Cuidar a la madre y tu trato con ella, porque, si no, puedes dejarles en el alma un resentimiento que no perdonen nunca. 

Hoy se vive de prisa.  Los hijos vuelan pronto y acortan al padre el tiempo para prepáralos y formarlos.

No seas impredecible, ni arbitrario, ni una persona de ésas que nunca se sabe cómo van a reaccionar, y cuyos premios y soluciones se deben tan sólo al ánimo con que llegan ese día.

Padre moderno: fíjate cuándo está despuntando tu hijo, cuáles son las inquietudes que empiezan a quemarle las alas y desbordarle el corazón.  Fíjate en sus ambiciones, sus intereses, sus estudios y sus curiosidades peligrosas.

Padre moderno: un padre es más que un sufragador de gastos y más, mucho más, que sacar a relucir todo lo que le has dado.  No es sólo vivir con tu hijo, sino por él y para él.

Padre moderno:  nunca será demasiado lo que hagas por tu hijo.  Nunca será demasiado aquello que le pongas en las alas cuando quiera volar.  Nunca será demasiado llevar una brújula cuando despliegue las velas.  Nunca será demasiado que tu corazón se quede con él, por si la vida lo hace regresar.

 Nunca será demasiado lo que tengas que sufrir por salvarlo