Ruego por mis hijos, el día de su Primera Comunión

Autora: Zenaida Bacardí de Argamasilla

Libro: Brotes  

 

 

                          

                                    En la Primera Comunión de mis hijos

                                                   León, José Emilio y Amaro

 

Señor:  

Vengo a ofrecerte una oración inmensa… grande como tu cielo.  ¡Vengo a ofrecerte a mi hijo!  

Vengo a ponerlo en contacto con el amor, que no otra  cosa eres Tú, sobre la tierra.  Ahonda su vida, para que todo lo que brote de ella tenga su contenido de belleza, de luz y de armonía.  

Es mi hijo, mi obra recién comenzada.  Lo pongo en tus manos para que traces los rasgos fuertes del alma que te conoce. Un alma sensitiva y selecta, que encuentre dentro de sí misma lo mejor de la vida.  

Forma su alma de niño… y te responderá su alma de hombre.  Pon la primera simiente desde el primer encuentro… y esa savia no se perderá nunca.  

Que cuando sufra, se perfeccione.  Y cuando se alegre, te bendiga.  Que cuando caiga, no se marchite para siempre.  Y cuando venza, no descanse solamente en las fuerzas humanas.  

Que sea inflexible en el deber, comprensivo en el juzgar y generoso para perdonar.  Que mande con justicia y obedezca con humildad.

Si debe recibir los golpes de la suerte, te suplico que no se endurezca.  Y si debe presenciar la debilidad de los hombres, que no se contagie.  Si es pobre, que no ambicione la riqueza como quien lo busca todo en ella.  Y si es rico, que sienta deseos de dar todos sus tesoros por una palabra de cariño.  

Que sepa encontrarte a través de todos los senderos y conocerte a través de todos los acontecimientos.  Sé que la tierra está llena de caminos… no lo dejes ir tan lejos que no pueda oírte, ni tan bajo que no pueda  mirarte.  

Toca su corazón… que en algún punto habrá de encontrarme, viva, suplicante, recogiendo toda lágrima que resbale para ofrecértela.  

Ahora que aún puedo protegerlo, toca su corazón. Ahora que el surco está limpio y preparado, siembra. Ahora que te lo presento inocente y puro, muéstrate.  

Pues es sabido que el fruto será según la semilla; la obra, según la mano que la modele, y el alma, según la luz que la envuelva.  

Lo pongo en tus manos, Señor.  ¡No dejes de tocar su corazón!  No dejes de transformar este inmenso amor de su madre en un ala que pueda protegerlo, un recuerdo que lo llene siempre de dulzura y una certeza de que la vida es bella, ¡porque pueden germinar en ella los más grandes y puros amores!  

Y cuando prepares su corazón para recibirte…

¡Acuérdate de mí!