A mis hijos José Emilio y Susana

Autora: Zenaida Bacardí de Argamasilla

Libro: Brotes  

Para tí, que cierras una etapa de tu vida y

emprendes un nuevo camino con el fuego.

del amor, los bríos de la juventud y el

amanecer de nuevas ilusiones… van mis

consejos.

Para ella, de cuya personalidad dependen la

característica y el sello definitivo del hogar…

van mis oraciones y mi ternura..

                                                  

EN TU BODA


N
o hay en la vida ninguna determinación tan importante como la de tomar estado, pues eres responsable directo de la durabilidad de tu hogar.  Y aunque se presenten las tentaciones y te arrastren los peligros, y asomara la pasión queriendo cegarte, jamás la rebajes comparándola con otra, pues si no fuera la más bella ni la más perfecta, siempre será la única que escogiste desde niño, que creaste y formaste como hombre, y que recibió de Dios las gracias necesarias para vivir al calor de tu corazón y compartir las  even-tualidades de tu vida.

 

Acuérdate de que aunque la verdad es sólo una, raramente alguien llega a poseerla por completo y deja, aun en lo que estés más convencido, un amplio margen de razón para ella.  Trata de convencerla, si puedes llegar a lo profundo de su inteligencia, y si no, casi nunca falla llegar con tacto a la sensibilidad de su corazón.

 

Cuando notes alguna falla en tu esposa, ni la humilles, ni la anules: adáptate de un modo generoso o ten la habilidad para despertar en ella el deseo de superarse.

 

No cometas el error de pedir cuentas de lo que das… y recuerda que aunque no seas rico, hay gustos superfluos que nunca pueden suprimirse a la mujer.

 

Sé justo, poniéndote siempre en la razón de las cosas.  Sé firme, sin que para eso tenga  que prevalecer la fuerza.  Sé delicado hasta en el más mínimo detalle.  Y, sobre todo, que tu vida quede centrada y contenida siempre dentro del marco de tu educación.  La felicidad basada en otras cosas no es digna de tí.

 

Aprendan a hablar de su amor, como esos temas que por ser de interés para ambos, se tocan siempre.  Y aunque tu cariño tenga raíces profundas y se lo demuestres hasta la saciedad, la palabra es, para algunos temperamentos, el rocío que vivifica, nutre y refresca.

 

Aprende también a resistir el dolor y a valorarlo.  Si alguna vez te encuentras abatido, inquieto, confuso, recurre después de Dios al camino más seguro, y no te confíes más que a tu padre: ahí encontrarás el amor, el desinterés y la experiencia.

 

Y cuando quieras sentirte un poco niño, recurre a los brazos de tu madre:  ellos volverán a protegerte, calentarte y apretarte fuerte contra tu corazón.  En estos encuentros sentirás que en tus “viejos” hay un amor que nunca se pierde, un hogar que nunca se cierra, una mirada que nunca se cansa, y una oración que nunca termina.