A mi hija Zenaida

Autora: Zenaida Bacardí de Argamasilla

Libro: Brotes 

Zenaida:

 

Mi cariño te protegerá porque es muy grande.

Mi amor no lo quebrantará nada…

recuérdalo.  Porque así es el amor de las

madres.  Si llegas a conocerlo, me

comprenderás.

 

Armando:

 

Ser fuerte no es usar la fuerza.  Ser noble no es obrar por impulso.  Darle seguridad, apoyo  y amor a una mujer, no es ser el más temido,

sino el más justo y el más hombre.  Piensa que

amar es renunciar y entregarse… ¡Y siempre

me recordarás!  

                                                  

EN TU BODA


H
oy poco tengo que decirte…

Estás bajo el hechizo de un milagro.  Eso es el amor para tí.  Para mí, es el punto del camino en que necesariamente tendrán que separarse nuestras vidas.  

Que mientras mayor sea el tiempo y más largo el tramo que nos separe, más sentido le encuentres a mis palabras, más puedas comprender la filosofía y la experiencia de tu madre, y te acerques más consciente a la fuente del consuelo y del consejo totalmente desinteresado.  Acércate al corazón de tus padres, si buscas un amor que no se apague con nada ni por nada.  Acércate a un hogar que estará abierto siempre, si buscas amparo y protección.  Y acércate a mi oración, a mi felicidad y a mis lágrimas de hoy, si buscas comenzar tu nueva vida aprendiendo lo que sólo puede enseñar una madre en un gran momento.  

Sé que eres inquieta como el agua… pero como el agua sé siempre cambiante y siempre fija.  Conozco la fuerza de tu temperamento, tan rico en sentimientos y emociones, pero tan cargado de riesgos y peligros.  Refrena tus ímpetus, para que no traspases nunca el dique de lo razonable y de lo justo.  

Te pareces al agua… puedes calmar las sed de todos; puedes, como ella, tomar cualquier forma.  Adáptate a la del corazón que has elegido.  

Y corre, corre por los caminos del mundo sin perder tu risa y tu alegría.  

Pero como en todo camino recorrido se encuentran huellas de dolor, prepárate para saber resistirlo aunque en cada huella queden pedazos del corazón.  

Pido a Dios que nunca te falten fuerzas para empezar.  Y si te faltan las humanas, que haya dentro de tu corazón el ímpetu suficiente para elevarte hasta Él.  Aprende a levantarte con energía, sin que te asalte el miedo de no encontrar lo que buscas:  una ilusión, un estímulo, una esperanza.  

¡Te pareces al agua!  Y así has pasado sobre mi vida, en forma de lágrima, de cascada alegre y bulliciosa,  y de manantial puro y refrescante para mis preocupaciones y mis penas.  

Sigue siendo agua para tu compañero: fluye con suavidad y con ternura.  Date como un bálsamo.  Canta como un murmullo.  Calma, refresca, riega… para que todo sea fecundo y se alegren con las flores y los frutos.  

Recuerda que el agua la necesitan todos.  Hasta Cristo la pidió sobre la cruz.  

Por el don de tenerte te regalo mi amor.  

                                                                                    Tu Mamá