Soldados para siempre.

Autora: Zenaida Bacardí de Argamasilla

Libro: Con las Alas Abiertas

 

 

Estoy engarzando recuerdos, repasando nuestro amor, leyendo cartas, reviviendo nuestras alegrías y nuestras lágrimas, nuestras decisiones y nuestros sueños, nuestros viajes y nuestro mundo interior.  ¡Estoy viva gracias a ti!  Recibiendo de tu corazón un clavel rojo que todos los días me hace amanecer. 

Me has abierto huequitos en el alma para mandarme alicientes que me sostengan, y conformidad con esta forma de vida trunca y a la vez aprovechable y jugosa. 

Siento cómo remas por detrás, para que el barco que me dejaste no se vaya a pique… y cómo pones tu mano sobre la mía para llevar el timón.  Y siempre hay algo tuyo que me indica cuándo debo abrir las velas para aprovechar el viento y cuándo deben enrollarse para que nos se las lleve la tempestad. 

Todos los que vivíamos contigo hemos quedado bien abastecidos.  Todos tenemos todavía tu amor estrujándonos el alma y tu corazón palpitándonos la vida. 

No fue tu muerte un vuelo fugaz, llevándoselo todo, sino una corta despedida dejándonos de regalo lo mejor que tenías.  No fue como un rayo repentino fulminándote la vida: fueron pasos sabios y pausados del designio de Dios, que quiso darle vida al que estaba enfermo, retribución al que había hecho un buen trabajo y felicidad eterna al que siempre fue repartiendo la suya entre los demás.  Dios sabía que  no había cómo premiarte sobre la tierra ¡y por eso te convidó a compartir el reino de su gloria! 

Aquí la felicidad es corta, con prisas y a medias.  Allá es luminosa y completa. 

Los rincones que llenaste de besos, los saboreo, los vivo, los visito a cada rato; me gusta retenerlos y gozarlos. ¡Cuanta riqueza! 

Tú no me deprimes: me recuerdas la vida con su sol, su lluvia y sus caminos.  Tú no me pareces lejano, si aquí te enciendes por todos los rincones, resaltas en todos los detalles y te deshaces en amor y sabiduría ante todos los problemas 

Yo sigo volando todavía, tras el pájaro azul que a veces perseguíamos.  Y sigo todavía tras el arco iris de tu vida, para calmar todas mi nublazones.  Yo sigo tus pasos para caminar segura. Y antes de juzgar, te miro. Y antes de actuar siempre te pregunto. 

Y tu tronco me sostiene, tus ideas me conducen, tu corazón me arropa y tu mirada me vigila.  Tu alma se filtra, tu amor se siente y tu obra “se ve”. 

Eres inmenso, irreductible.  No puedo resumirte.  Pues no sólo eras un río que refrescaba la vida, sino que eras además cauce, corriente, canto y orilla. 

Naciste inteligente y sin saberlo iluminaste muchas almas.  Naciste justo y sin darte cuenta tallaste muchas vidas.  Naciste bueno y, sin proponértelo, hiciste de ese don “el oficio de tu vida”. 

Naciste para mí, y como cosa natural me llenaste la copa, me quitaste la sed, me sembraste el amor y me hiciste decir por dentro muchas veces:  “¡soy feliz!” 

El amor del que se queda no es para que se pudra, sino para trabajar por dentro en el silencio en lo profundo, y sacar alas al recuerdo, luces a las sombras, mieles a la corola y rosas a los besos.  Esas rosas lejanas que guardan siempre un fulgor y una fragancia exquisitos. 

Te podemos reconstruir, porque hay pedazos tuyos por toda la casa.  Te podemos seguir la pista por todas aquellas frases que hiciste célebres entre tus amigos.  Frases sabias y preciosas que te identificaban, que no pueden pronunciarse sin asociarlas a ti; de ésas grabadas con tu puño y letra, con tu sello personal, con tu propia etiqueta. 

“Mis amigos, con razón o sin ella.”  “Hay que tener cultura de todo: de iglesia, de hospital, de trago, de aeropuerto.”  “Hay cosas que sólo se resuelven sobre la marcha.”  “Hay lecciones que sólo se siembran en el hogar.” 

“Ningun modernismo que no mejore el hogar, es bueno.  Ningún aire que no purifique el ambiente es saludable.  Ninguna novedad que no enaltezca la vida es admisible.  Y ningún talento sirve si no sabe manejar el amor, que es la ciencia más importante de la vida.” 

En fin, amor, que para tu imagen no hay borrador, para tu compañía no hay sustituto y para tu amor no hay olvido.  Tú bien sabes que no he roto el amor: lo vivo en otra forma.  No he perdido tus huellas: las camino en otra posición.  No han desaparecido tus palabras: las oigo con otro sonido. 

No me siento desprovista de todo, sino guardadora en otra dimensión, perpetuadora en otro estilo y conductora del mismo barco y los mismos tripulantes. 

No estoy renuente a entender que velas por mí, ni a recibir nuevas ilusiones: es que las que me dejaste todavía me queman el alma.  No estoy renuente a sembrar nuevas rosas: es que todavía las que me dejaste me llenan las manos.  No estoy renuente a ver salir el sol: es que todavía estás a mi lado a cada amanecer. 

Eres lucero de mis noches, meta de mis días, paisaje de mis recuerdos, faro de mi camino.  Eres plenitud del pasado, vivencia del presente ¡y promesa del porvenir! 

El que no mueras dentro de mi no ha sido fruto de mi corazón, sino premio de tu capacidad y tu arte. 

Para mi no estás invisible: yo té veo.  Para mi no estás sin vida: yo ten siento.  Para mi no estás mudo: yo te oigo.  Para mi, lo que se vive juntos no se borra, lo que se entierra de raíz no se arranca ¡y lo que se lleva en el corazón, no se muere! 

Para mi no has desaparecido: te codeas conmigo a cada rato.  Para mi no has dejado de soñar: te llevo sobre las alas.  Y para mi no se han zafado los eslabones: 

            ¡Estamos soldados para siempre!