Retacitos

Autora: Zenaida Bacardí de Argamasilla

Libro: Con las Alas Abiertas

 

 

Así les ofrezco hoy este articulo, en retacitos…

 Son jirones del alma con poca duración.  Sueños fugaces que se disuelven pronto.  Aleteos que hay que captar al momento, para que no se pierdan.

 Son un flechazo, una probadita, una reflexión corta. 

Son retacitos concentrados que les regalo hoy, como se da una rosa, un beso o una luz. 

Prefiero

Aun teniendo la ciencia un valor incalculable, a mí me luce fría, quieta, con luz de talento pero falta de vida, de pasión, de sangre; con la luz opaca, como de cristal en la sombra.

Yo prefiero emoción, contagio, estremecimiento

Prefiero el sueño, a muchas realidades; la entrega, a la perfección; la emoción, al cálculo; la inspiración, al análisis.

Por esos caminos he sentido a Dios penetrar en mi corazón, al hombre llamar a mi puerta y al universo enseñarme a vivir.

Yo prefiero encenderme, a tener que mirar las estrellas lejanas. 

Prefiero remontarme, a tener que esperar el vuelo de otro. 

Prefiero ser parte de esa canción que vive siempre animando la vida, antes que vivir indiferente a la sombra de mi casa.

Yo prefiero lágrimas calientes, si son el precio de una sacudida, a lágrimas congeladas antes de brotar. 

Yo prefiero ver despuntar el sol, que ver caer la nieve. 

Yo prefiero consumirme en el amor, que conservarme en el vacío. 

Yo prefiero que las cosas me penetren, a que me pasen rozando. 

Yo prefiero que la vida me oprima, y entregarme.  ¡Lo prefiero! 

Porque al final de la jornada, de la entrega será de lo único que tendremos que hablar con nuestro Dios.

 Lenguajes

Hay lenguajes de luz, que todo lo traspasan. 

Hay lenguajes bajitos, como si todo se expresara en tonos cálidos. 

Hay lenguajes que brotan como un surtidor de agua fresca. 

Hay lenguajes acompasados, susurrantes, como un río con su apacible murmullo. 

Hay lenguajes tibios, sonoros, que todo lo dicen con música. 

Hay lenguajes que lo llenan todo de amor. 

Hay lenguajes que trabajan como queriendo hacer del mundo un metal labrado. 

Hay lenguajes de filigrana, como queriendo hacer del mundo un encaje de esperanza y un tejido de amor.

Hay lenguajes de razones, como queriendo hacer del mundo un dechado de entendimiento. 

Hay lenguajes de enamorados.  Son los que se hacen con las rosas del corazón saliendo por los labios. 

Hay lenguajes de sabios, que son sentencias sobre los hechos. 

Y está el lenguaje de Dios, que es como una descarga muda impregnándonos la vida. 

El lenguaje de la vida entra por el dolor.  El lenguaje del amor entra por el corazón.  ¡Y el lenguaje de Dios entra por el alma!

El lenguaje que nadie oye es el más elocuente; al que le pones una llave secreta, es el más íntimo, y al que tú mismo no quieres oír, es el más molesto y el más efectivo. 

Todo es un lenguaje. Todo tiene letra y sonido.  Todo expresa algo. 

Pero hay que tener el oído acondicionado para oír, los ojos para mirar, el corazón para sentir y la sensibilidad para interpretar.

Hay que afinar las facultades para ensanchar la vida, y ser receptivos para sentirla llegar a plenitud.

 La cosecha

La cosecha es la médula de la vida.  La cosecha es lo que llena tu copa, vigoriza tu corazón y limpia tu alma.

Hay dolores internos que son surcos, ¡y dan cosecha! 

Hay surcos que dan pena, porque se enterraron granos secos ¡y son polvo!

Hay cosechas sin amor y sin mensaje. Al recoger, son humo. 

Y cosechas de semillas pequeñitas que hacen hondonada y crecen.  Al recoger, son chispas de infinito que llenan las manos.

Hay surcos apretados a los que el hombre cerró su corazón.  Al recoger son piedra. 

Y surcos que el hombre abrió con su mirada, con su calor y con su fuerza.  Y al recoger, se encontró con el corazón de Dios.

 ¡Cuántas cosechas de polen muerto, de bejuco enredado, de caña vacía!  Cosechas que acaban en basura, en cenizas, en tierra estéril. 

El momento de recoger la cosecha es el momento culminante. 

Las águilas pedirán estrellas; las palomas, nidos; los sembradores, semillas, y yo, con mi puñado de palabras, con mi macizo de rosas contra el pecho y con mis noches de sueños imposibles, tendré que pedir un milagro:

Que mis rosas se parezcan a tus rosas. 

Que mis frases se parezcan a tu verdad. 

Y que mi amor recuerde el tuyo. 

Deja un beso en el hueco de mi mano para seguir repartiendo que, al final, la cosecha  no es más que volver a dar lo que Tú nos regalaste.

Cada día es un regalo

Ama, y valora la vida; entiéndela e interprétala bien.  Cada día es un regalo. 

Si te aman, todas la mañanas te entrará un rayo de sol.  Si amas tú, serás el propio sol entrando todas la mañanas por las ventanas de los otros.

 Con sólo vivir, ya estás realizando algo. 

Con sólo sentir, ya estás dentro de la corriente de la vida. 

Con sólo recordar, ya te estás trasladando al mundo que deseas. 

Con sólo orar, estás metiendo a Dios en tu vida y le estás dando atribuciones dentro de ti. 

Con sólo perdonar, estás desviando las nubes negras ¡y entrando a la sonrisa y a la luz! 

Con sólo agradecer, te estás volteando al mundo maravilloso del reconocimiento y del amor. 

Con sólo conocer el mundo en que vives, te incorporas a nuevas posibilidades y nuevo crecimiento. 

Con sólo levantarte y mirar, quedarás anonadado con las maravillas de la naturaleza. 

Con sólo respirar, te estás vitalizando el cuerpo y el espíritu. 

Con sólo abrir los ojos cada día, se te llena la pupila. 

Con la primera palabra, empiezan la sonoridad y la armonía. 

Con el primer salto de la cama, la vitalidad y la acción. 

Con sólo moverte, algo se te ensancha y te hace volar. 

¡Y con sólo latir tu corazón, resplandece Dios en ti! 

Por ahí anda el Señor, con sus pequeños milagros de todos los días… 

¡Y tú puedes realizarlos!