Los hijos se pierden

Autora: Zenaida Bacardí de Argamasilla

Libro: Con las Alas Abiertas

 

No coloques la vigilancia de tu hijo entre los muchos afanes del día.  Él es el único, aparte, primordial, básico.  Lo que no hagas ahora no lo podrás recuperar después. 

Te necesita porque está desprotegido.  Al entrar a la escuela lo espera el traficante de droga, y al entrar a la casa solitaria, la nefasta pantalla de televisión.  Todo lo atractivo con su corriente de veneno, todo ante sus ojos, y tú, fuera del hogar sin darte cuenta, laborando en otras cosas. 

¿Hay alguna que se le iguale?  ¿Qué te compensaría perder a tu hijo? 

La libertad tiene su rienda, no hay que dejarla desbocar.  El vicio tiene sus síntomas, no hay que albergarlos en la casa sin darnos tiempo para percibirlo. 

Tu hijo está empezando a espigar, pero es tallo débil todavía; no conoce los vericuetos el camino, los embates del viento, la habilidad que le falta para manejarse en este mar que lo sacude.  Pocas veces piensa en maldad y en consecuencia. 

¿En qué lugar entras tú para ayudarlo?  Todas responden igual:  “Confio en él, para eso le hemos dado buen ejemplo. 

Madres cristianas, ¡por favor!  Eso no basta. 

Andan solos por ahí, a la deriva, sin amarres, sin sujeción y sin velas.  No son malos, pero les falta la “brújula” para saber por donde ir, y el puerto acogedor y tibio de las madres para saber por dónde anclar. 

Dios te hizo faro, amor, luz, salvadora.  Tu radio de acción está puerta adentro; tu ciencia, corazón adentro, y tu deber, entre cuatro paredes.  

No me extraña que el hombre de hoy, ante Dios, se sienta un desconocido.  Que se desboquen los instintos, se pierdan las almas, se confundan las mentes.  No me extraña.  Pero que la madre se descuide, se disculpe, se justifique y se desentienda, da qué pensar. 

Te ponen ropajes de modernidad y progreso que te ciegan.  Te atacan con un contraluz de razones mal fundadas que te confunden y, con cualquier reflejo de verdad, te sacan de tu casa y desvían. 

O las madres reaccionan y se proponen, ¡o los hijos se pierden!