Libros

Autora: Zenaida Bacardí de Argamasilla

Libro: Con las Alas Abiertas

 

 

No leas todo lo que te sale al paso, sino todo lo que estás en condiciones de asimilar. 

Un libro es la mejor destilería para el vino que damos a probar a los demás.  Es dulce, cuando robustece la vida; amargo, cuando la deshace, y plenitud, cuando se consagra en el altar. 

El libro es un goteo, una fisura, una filtración que trabaja por dentro.  Es un ejemplo, una enseñanza, un horizonte. 

Un libro es ciencia, riqueza, idea, mundo, amor, alma.  Un libro es inspiración, poesía, hechos, dolor, pensamientos, fe.  Es la vida, traducida en letras.  Es la emoción presentada en frases.  Es el amor, cantando su sonoridad.  Es el idioma de cada ser humano, sacado a relucir. 

Un libro, lo mismo te enseña un paisaje y remonta el vuelo, que te corta las alas y te mete en un abismo.  Lo mismo convierte sus palabras en notas, en cuerdas y en poesías, que enmudece tu corazón con la sombra de un pecado. 

El libro se espiga, se selecciona, se escoge.  Porque a veces es el diablo apretando sus garras para aprisionarte la vida, y otras es un Dios repartiendo su luz para enseñarle a caminar.  Lo mismo es un rayito de sol que entra a calentarte el corazón, que una flecha nevada que te congela. 

Un libro es un sueño, un ideal, un pensamiento, un hecho, que va quedando dentro de ti, rondando tu vida y dejando su huella. 

Es una figura, una moral, una trama.  Es lo bello, lo triste, lo trágico.  Es el trasiego de la vida haciéndose surco en tu corazón. 

Nunca te internes en un libro sin saber qué mundo se le mueve dentro, qué corriente llevan sus aguas y por qué espacios se le mueve Dios. 

Un libro es un compañero con el que pasas muchas horas.  Es un flechazo certero y contundente.  Es una reflexión que te entra de golpe en la inteligencia y la mueve en otra dirección. 

Un libro puede ser una devastación en el alma o un Dios entre las manos. 

Hay libros que son una confusión, un desgarrón en nuestra vida, queriendo destruir las normas religiosas, las tradiciones, los conceptos y las costumbres cristianas de nuestra sociedad. 

Hay libros que se olvidan y libros que se quedan; libros de estante y libros que se manosean; libros para hojearlos y libros para saborearlos; libros para adornar y libros para releer;  libros que pasan sobre tu vida y libros que te marcan, te calan, te graban. 

Un libro puede tener todo el dolor del mundo, todas las emociones del amor, todos los cauces de la vida.  Pero si no te identificas con él, ¡es letra muerta! 

Hay libros que devoran y libros que enaltecen; libros que elevan y libros que hunden; libros que ayudan a vivir y libros que se escurren por la vida; libros que levantan los sueños y libros que aplastan la voluntad. 

Hay libros espada, libros flechas, libros rosas.  Hay libros riqueza, libros ruinas, libros donde sangra la vida ¡y libros donde vive Dios! 

Hay libros de publicidad, no de contenido; hay libros para perder el tiempo, no para hacerte crecer. 

Hay libros crudos, inmorales, sin miramientos, y libros para la dignidad y el respeto; libros de autores escandalosos y libros de escritores con solidez y seguridad. 

Hay libros de un momento de moda, y libros con consistencia para durar; libros valiosos en sus materiales y libros jugosos en su pulpa. 

Hay libros de selva… tan tupidos que amedrentan, tan solitarios que aíslan, tan confuso y enredado el bien con el mal, que uno no sabe por dónde transitar.  Son parajes húmedos, que calan enfriando y estrujando el corazón.  Para entrar en ellos hay que hacerlo con una coraza protectora, para no correr el riesgo de perder el camino o dejar de ver el rayito de sol que nos ayude a discernir y a situarnos. 

Para esos libros de selva se necesita mucho carácter, mucha  formación y mucho criterio. 

Hay libros de mar… Son hondos, profundos.  Calman la sed.  Ponen sal a la vida.  Enriquecen por dentro.  Dejan volar el pensamiento.  Son libros de fuerza, de corrientes, de olas, de lágrimas, de suavidad y de ternura.  Son libros para mover la vida, conocer las mareas, batallar con la corriente, bucear los tesoros, nadar en inmensidades ¡y chocar con Dios! 

Los libros de mar son transparentes, de perlas, de algas, de corales. 

Hay libros de arena… Su terreno es tan movedizo, que te hundes; su sol tan recalcitrante, que te ciega; su viento tan arrasador, que te tambalea.  Son libros que te atraen porque brillan, pero ya dentro, manchan, emborronan, ensucian.  Son libros que despiertan curiosidad, pero en el fondo son como un veneno invisible, como una droga para el alma como un silenciador de la conciencia. 

Los libros de arena son peligrosos, y el peligro siempre atrae.  Cuando buscamos claridad, se nos queman las alas.  Cuando buscamos caminos firmes, desaparecen nuestras huellas en la arena.  Cuando queremos salvar el alma, muchas veces es demasiado tarde. 

¡De esta etapa de lecturas peligrosas datan las cicatrices que llevan muchos hombres toda la vida! 

Cuando vayas a leer un libro, recuerda que eres tú dentro de otro; que el libro no es un objeto, es una convivencia; que estás recibiendo una silenciosa influencia, un toque en tu personalidad, un enlace con otro sentir y otro pensar… 

Que alguien está pintando tu cielo, moviendo tus cuerdas, ¡y quedándose en tu vida!