La noche

Autora: Zenaida Bacardí de Argamasilla

Libro: Con las Alas Abiertas

 

 

Quiero  escribirle a la noche, porque se lo merece.  Porque todos los días me envuelve en su manto de penumbra y me ofrece cosas al traslucir.  Me escurre, me gotea, me filtra pensamientos, visiones y sensaciones que yo no podría traspasar al papel sin su ayuda. 

Le canto, porque siempre me llega con algo brillante, seductor, atractivo, que no puedo rechazar. 

A esa hora en que todos agotan sus fuerzas, ella renace con más bríos, más espacios y más ganas de vivir. 

Las cosas más lindas se hacen en el marco callado de la noche. 

La noche tiene algo “intuitivo” que hace milagros. 

Fría por fuera y ardiente por dentro, la noche aparece para que las estrellas se puedan lucir, y el amor cantar, y el hombre pueda embrujarse. 

En el recogimiento de la noche hablan las estrellas con sus voces de luz y se silencian los ruidos innecesarios para que el hombre pueda entender. 

La noche es de rostro dulce, de rostro de violeta, no de cara redonda como el girasol, donde todo arde y se sofoca. 

La noche es reposada, lánguida, no avasalladora ni rugiente como el mar. 

La noche es más bien un tapiz de estrellas que me reluce el alma.  Es un manto de penumbra que arrulla el pensamiento, evoca la ternura ¡y abre las alas! 

Es la bruja de los lugares secretos del alma. 

La noche es el camino más fácil para que los oídos del Señor sepan de nosotros.  No hay como la noche para clamar a Dios, un ser supremo que está más allá de las palabras. 

En la noche, la soledad es un abismo, pero el amor es una plenitud. 

La noche es un cielo que atemoriza a los cobardes, pero ilumina a los que creen y tienen esperanzas. 

No escribo un verso cuando quiero, sino cuando la noche me lo dicta.  Sin la noche, el mundo perdería poesía, contagio, magia, alma. 

La noche no enfría, más bien nos deja a veces en una sosegada placidez para gozar por más tiempo las sensaciones del vivir. 

La noche no es cerrada.  Está más bien abierta al amor, a los secretos, a sacar las perlas y corales de nuestras costas escondidas.  Es la gran buceadora de nuestros arrecifes y nuestro mar.  Sondea las profundidades del hombre ¡y las hace ritmo, verso, música, cielo, arte! 

La noche no es impasible, indiferente a todo.  Por el contrario, favorece las fantasías, las invenciones, las filigranas, las cosas solemnes y mágicas. 

Son dedos de ángeles los que bordan el manto de la noche, para celebrar en la bóveda del cielo, el maravilloso encuentro de los seres de la tierra con los astros del cielo. 

Entre las sombras de la noche, ¡cuántos hallazgos, cuántas luces, cuánta vida! 

En la noche, el sol aguarda.  Espera que la luna acabe de mostrarle todas sus estrellas, para entrar a presumirle de su irradiación y de su fuego. 

Cuando va cerrando sus párpados el día, empiezan a asomar sus ojitos luminosos las estrellas. 

El amor de la noche es el más parecido a mi propio amor.  Me gustaría la noche para vivirla, no para dormirla. 

Hay veces que la noche y el alma se conversan, que la oscuridad y la luz se trazan con la penumbra. 

La noche es quietud y es armonía, conciertos combinados de instrumentos de hombre, de alma y de Dios. 

El amor humano es amante de la noche.  En ella se van nutriendo los botones para despertar hechos rosas.  Y pienso que se esconde el sol para besar en secreto la luna. 

El día se desparrama, la noche se concentra.  El día es acción, la noche es reposo.  El día se irradia, la noche se recoge.  El día es fuego que se da, la noche misterio que se oculta. 

Las rosas de luna, las hace la noche.  El sol, cuando despunta, sólo bebe el rocío y las calienta. 

Los claveles del amor, los hace la noche.  El sol, cuando despunta, sólo aprieta sus raíces y nutre su vida. 

El mejor momento de la noche no es el de mayor oscuridad, sino el que enciende más estrellas. 

La noche es el bálsamo de un día fatigoso. 

A veces, la noche es desvelada, y sólo el sol, cuando se asoma, la convence de irse a dormir.  Ella en pago, le regala todas sus estrellas, como centinelas para cuidarlo por detrás. 

La noche tiene ojos de cocuyo, velando amores que se ocultan en su sombra. 

Los pensamientos viajan en la noche como palomas blancas en alturas inalcanzables. 

La noche es propicia para la caricias, les tiende un manto que las adormece y otro que mueve todas las fibras de su ser… y las despierta. 

En la noche conoces muchas cosas y te despojas de muchas otras. 

La noche es desvelada, porque en ella tenemos mucho que ver y mucho que aprender. 

La noche me sirve para hacer una poda en la mediocridad y dejar limpio el campo donde quiero expresar un sentimiento.  Me sirve para ir a la nuez, a la esencia, a las alturas, ¡al foco de la magia y del amor! 

La noche, tan recargada de estrellas, es sin embargo sobria e imponente.  Sus luces son naturales, vivas, sin componentes humanos ni artificios que la hagan brillar. 

La noche es amiga de la poesía, porque no la convierte en frondosidad ni en desaliño.  No le mete dentro todas las estrellas, pero tampoco la deja sin luz.  No la presiona para salir, pero le da anchura a su manantial para que explote. 

La noche está tan llena que no hay falso disfraz que la adultere ni falso artificio que la desfigure. 

La noche es la materia prima del amor.  Después tú la conviertes en canto, en ternura, en poesía o en luz. 

La noche es la hechicera, íntima, jugosa, apasionante. 

¡No en balde existió una noche de paz, para recibir a Cristo, y un cielo encendido con un gran lucero, para “alumbrarnos” a nosotros!