Gracias, amigos lectores

Autora: Zenaida Bacardí de Argamasilla

Libro: Con las Alas Abiertas

 

 

Porque he podido caminar con ustedes.  Porque con ese apoyo todo ha sido más suave, más lindo, más dulce para realizar mi vocación.  Todo ha sido más reconfortante y más fácil de alcanzar. 

Porque ese apoyo me ha hecho sentir más segura y más acompañada.  Porque ese semillero de cartas ha caído como un rocío sobre mi corazón. 

Porque he podido dar y recibir, vaciarme y llenarme, olvidarme de mí y pensar en ustedes. 

Porque llevarlos a mi lado ha sido un estimulo, un resorte, un algo más por qué vivir. 

Porque esa fidelidad de años, esa cantidad de libros, ensayos y poesías que me envían, es como un mundo valioso que llevo palpitando tras de mí.  Un mundo que va impulsando mi recorrido como una fuerza tibia e invisible, que me da intensidad para vivir. 

Sí, queridos lectores.  Caminar con ustedes ha sido un tesoro inapreciable.  Ha sido una valiosa enseñanza.  He aprendido, he crecido, he conocido otra manera de rezar, de sentir y de volar. 

Ustedes son el mundo invisible que apoya mis pasos, recoge mis pensamientos, calienta mi corazón ¡y levanta mis sueños! 

Esa diversidad de almas enriquece.  Esa diversidad de lágrimas ilumina.  Esa diversidad de mundos va ensanchando el corazón.  Y ese toque espiritual entre las almas va puliendo la perla con la que todos tenemos que formar el collar de la vida. 

Porque en esta vocación, sin ver a las personas, captamos sus sentimientos; sin tener su presencia palpable, se estrechan sus manos, y sin conocerle la figura, se le conoce el alma. 

¡Gracias por todo lo que he vivido a través de ustedes! 

Gracias por recibir tanto por tan poco.  Por el tiempo que dedican a leerme y el que yo les dedico al escribirles.  Porque la vida se me hizo útil hasta el final.  Y por esa rosa encendida que me permiten regalarles después de cada escrito con esta inscripción:  “En esta corola nació un don, creció una vida ¡y se metió a Dios!” 

Señor:  no permitas que escriba palabras secas, sin resonancia, sin utilidad, sin sensibilidad o sin amor. 

Pon Tú todo lo que falta. 

Pasa por tus manos todo lo que yo intente traspasar a mis lectores. 

Ponle pedal a mi motor, música a tu mensaje, luz a todos los razonamientos y sentido a todo lo que quiero ir bajando a sus corazones y escurriendo por sus vidas. 

No quiero escritos de espuma ni de arena, sino de raíces y de brújula.  No quiero palabras huecas, sino que todas sean un descubrimiento y una verdad ni conceptos vacíos, sino que todos encierren algo, ni divagaciones perdidas, sino concretas, macizas, medulares. 

No quiero escritos de humo, sino de fuego; ni alas cortas, sino de vuelo en inmensidades.  No los quiero del momentico que se lee, sino del sedimento que va quedando y poco a poco va configurando la vida. 

Señor:  que no sean escritos de moda, sino principio de todos los tiempos, y timón seguro de todos los embates. 

No quiero técnica impecable, sino penetración a fondo, definición clara, indicación oportuna y camino seguro.  No un estilo abigarrado ni literatura confusa, sino verdades limpias y razones de peso. 

Especular menos y centrarme más.  Convencer y deleitar al mismo tiempo.  Dar algo a la necesidad de amor que tiene todo el mundo y hacer en mejor forma la misión que Dios nos tiene encomendada. 

Encontrarme como una luz en el alma de mi mundo, como un testimonio en la historia de mi tiempo y como una batalladora en el escuadrón de Cristo. 

¡Señor, cuida a mis lectores! 

Que miren en dirección correcta para caminar mejor. 

Que no alteren su conciencia, porque perderían la paz interior. 

Que no se derrumben ante la tempestad, porque perderían la seguridad en sí mismos. 

Que no pierdan el amigo, porque perderían un tronco donde depositar los secretos y una sombra donde descansar la vida. 

Que sepan hacer una felicidad grande con muchas felicidades pequeñas. 

Que sepan corregir sus errores antes de acostumbrarse a ellos. 

Que no acumulen el rencor, porque se quedarían con la peor parte de la ofensa. 

Que controlen sus palabras, porque pueden ser flechas peligrosas.  Que controlen la envidia, porque puede ser un veneno muy sutil.  Que controlen la ambición, porque puede ser un pedestal muy inseguro. 

Que cada día traiga su proyecto, cada amanecer, su faena, y cada realización, su luz. 

Que no vean sin mirar, ni oigan sin entender, ni crezcan sin sembrar, ni actúen sin sentir. 

Recuérdales que el testimonio del creyente es la conducta.  Que uno se siente débil hasta que la vida le deja ver su fortaleza.  Que la riqueza no está en lo que guarden, sino en lo que remedien.   Y que si nada producen, es que nada están aprovechando. 

Que sepan florecer donde los siembren, ser feilces con lo que tengan y cumplir con lo que Dios les pida. 

Señor:  no pierdas de vista a todos mis lectores.  Infúndenles la luz que yo no haya sabido darles.  Alárgales el amor, si alguna vez me quedé corta.  Grábales tu nombre a los que no hayan quedado marcados para ti. 

Lleva por camino seguro a los que no les quedó clara la dirección ni la travesía. 

Fija las palabras que volaron con el viento y los conceptos que no pudieron bajar hasta sus corazones. 

        ¡Cuida a mis lectores, Señor! 

Son una familia muy querida.  Son muchos años de seguimiento, muchos años de no perdernos de vista, muchos años enlazados a pesar de la distancia y compenetrados a pesar de la lejanía.  Es afinidad sin rostro.  Es identificación sin físico.  Es un acercamiento que no necesita nada palpable para estrecharse. 

¡Déjate caer para todos ellos, Señor! 

Recuerda que constituyen mi mundo.  Que ninguno es un extraño, ni un desconocido, ni un indiferente.  Ninguno es una semilla cuyo fruto no me interese y no me preocupe… y no me haga pensar.  Ninguno me es ajeno, porque todos llevamos algo en común y necesitamos volar juntos. 

¡Gracias, mis lectores! 

Porque cuando tiro al mundo mis convicciones, mis conceptos, mis vuelos y mi fe, siempre hay un eco que comenta, que agradece, que me colma la copa y me abastece la vida. 

Gracias por esa estrecha convivencia que va surgiendo entre el espíritu que lee, que traduce, que interpreta, que asimila, que se empapa… y el espíritu que escribe, que crea, que concibe, que expone y que moldea. 

La vida no es más que un traspaso de almas, un fluir de unos a otros.  Es dar… y darse. 

Nadie es feliz solo.  ¡Y ustedes me han hecho muy feliz! 

Por siempre… 

¡Gracias, amigos!