El huracán de la modernidad

Autora: Zenaida Bacardí de Argamasilla

Libro: Con las Alas Abiertas

 

 

Vivimos días cruciales, momentos históricos… guerras, crisis, avances, miedos. 

Un siglo que se derrumba y un siglo que se levanta. 

Un siglo que se marca en la historia y un siglo que se proyecta en el porvenir. 

Un siglo que está cerrando las alas y un siglo que está próximo a despegar el vuelo. 

Un siglo que ha dejado marchando el mundo sobre la civilización, el avance, la industrialización, la producción y la ganancia, y retrocediendo sobre los valores, las tradiciones, los conceptos, la armonía y la forma de vida. 

El huracán de la excesiva modernidad está acabando con nuestros pueblos, nuestra convivencia, nuestras costumbres, nuestras tradiciones, nuestra manera de entender, de juzgar, de valorar y de vivir. 

El huracán de la modernidad ha roto todos los diques y nos tiene envueltos en un oleaje del cual no podemos salir sin el peligro de llamarnos anticuados, retrógrados, cerrados, fuera de onda y llenos de prejuicios. 

Se han abierto todas las compuertas ¡y se ha llenado el mundo de basura! 

Se han roto todos los contenes y estamos sin tradiciones, sin límites, sin fronteras, sin prohibiciones, sin línea divisoria y sin brújula para el camino. 

Pasó silbando el viento huracanado de la modernidad… y arrasó de todo: 

Pasó por la moda y se llevó el pudor.

Pasó por la familia y se llevó la comunicación.

Pasó por el padre y le quitó la autoridad.

Pasó por la madre y se la llevó a la oficina.

Pasó por el hijo y lo metió en el vicio.

Pasó por la hija y la sacó del hogar.

Pasó por el viejo y se lo llevó a un home.

Pasó por la escuela y fomentó la guerra.

         Pasó por la Constitución y le quitó el nombre   de Dios.

Pasó por el negocio y fomentó el fraude.

Pasó por el maestro y fomentó la indisciplina.

Pasó por el matrimonio y fomentó el divorcio.

          Pasó por los mandatarios y les fomentó la ambición.

Pasó por el dinero y le fomentó la envidia.

Pasó por los amigos y les fomentó la avaricia. 

A los pueblos les cerró los ojos.  A los creyentes les emborronó la conciencia. 

A los niños les quitó sus derechos.  A los adolescentes les nubló la fe, les desnudó la inocencia, les desfiguró la moral, exhibió el sexo… ¡y golpeó el amor! 

El mundo se ha vuelto un contrasentido, una dislocación y un disparate. 

Los hombres parecen mujeres.

Las mujeres compiten con los hombres.

Los locos se creen profetas.

Los bandoleros se creen personajes.

Los dictadores se creen mesías.

Los científicos se creen infalibles.

Los inventores se creen luminarias

Los advenedizos se creen providenciales. 

¡Y el dinero se cree el ser supremo de toda la nación! 

El mundo que tenemos parece un choque, un enfrentamiento y una confrontación: entre el cristianismo y el comunismo, los patriotas y los políticos, los millonarios y los pobres, los que hacen la paz y los que desatan la guerra.  Entre los que hacen la paz y los que desatan la guerra.  Entre los que piensan y los que se dejan llevar, los que reclaman sus derechos y los que obran por la fuerza.  Entre el pagano y el hombre de fe.  Entre los que rezan y los que atropellan.  Entre los que tienen garras ¡y los que tienen corazón! 

Estamos en la época de lo incomprensible, de lo que nada asombra, de lo que van contra la reflexión y la lógica. 

Vemos que la democracia aplaude al comunismo. 

Vemos un rey intentando visitar a un tirano. 

Vemos enanos, sintiéndose gigantes. 

Vemos mandatarios que conquistan adeptos con sus inmoralidades. 

Vemos los programas más descarnados y más bajos, batiendo records de popularidad. 

Vemos elegir a los menos recomendables, ganar premios a los más mediocres, llenarse de condecoraciones a los más abominables. 

Vemos el escándalo haciendo best-seller. 

Vemos acróbatas queriendo cantar, y cantantes queriendo actuar. 

¡Que falta de razonamiento, de moderación y de juicio! 

No se trata de retroceder, sino de enderezar. 

No se trata de abolir, sino de tallar mejor el perfil del mundo. 

No se trata de dar brochazos de un lado para otro, sino de espigar lo bueno, darle a todo la justa dimensión, centrar el paisaje en un marco seguro ¡y dejar entrar la luz de Dios! 

Los vientos huracanados parecen envolver a todo el mundo, pero no llenan a nadie.  Parecen muy espectaculares, pero son una ruina.  Parece que alejan a Dios, ¡y es cuando más cerca lo tenemos! 

Parece que todo se pierde… y es cuando la mano divina empieza de nuevo la salvación. 

Vivamos a fondo este cruce de milenios, este encuentro de generaciones, este mano a mano de dos siglos, este engranaje de dos etapas que parecen dos mundos y son en realidad uno solo creado por el mismo padre, diseñado por el mismo espíritu ¡y bendecido por el mismo Dios! 

En este nueva edad del mundo y de los hombres, todo está muy confuso, pero aún el horizonte está “abierto”. 

Nosotros no podemos hacer que salga el sol, pero si podemos llevar su luz a todos los confines de la tierra. 

Nosotros no podemos crear la vida, pero sí podemos darle sentido. 

No podemos abrir los caminos, pero sí podemos utilizar el amor y “caminar juntos”. 

Nosotros no somos gran cosa, ¡pero Dios nos está esperando para salvar el mundo!