Algo mas que palabras

Un mundo de diseño

Autor: Víctor Corcoba Herrero

           

Causa pánico tantos afanes y desvelos selectivos, anuncios que nos conmueven, como pueden ser los seres humanos dentro de un entorno de diseño. Olvidamos que la ciencia no es nada sin otras ciencias y otros pulsos, como el de la conciencia y paciencia, puesto que, el ser humano es un mar de profundidades y esencias, de honduras que sobrepasan lo meramente biológico.  Hay una manera de ser, tan singular como única, que supera doquier clonación o medicina regenerativa. Podemos tener los mejores laboratorios y las mejores salas equipadas con los últimos avances científicos, pero si luego los afectos y la cercanía al enfermo no se tienen en cuenta, se sentirá como extraño en el mundo. La ponencia dada recientemente en un Centro Universitario por el Catedrático de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad de Málaga, Ignacio Núñez de Castro García, sobre el uso de  células madre, desde una reflexión científica y ética, refrenda lo que yo pensaba.  

            En este mundo de diseño que nos quieren “vender” los poderosos, basado en la producción y en el consumo, se están creando en los últimos tiempos falsas expectativas de vida. Parece como si las células madre nos fueran a salvar de todo. Se omite que la ciencia necesita tiempo para que las perspectivas sean razonables, no meras ambiciones egoístas, y que la persona tiene una dimensión íntima sorprendente que jamás tendrán los bebés de diseño. Adueñarse de la vida para fabricar a nuestro antojo un mundo de diseño es un imposible y una temeridad. Cada cual tenemos nuestro propio fondo y nuestra irrepetible forma de ser. Somos al poema como el fondo y la forma. Y, como en la palabra, estamos deseosos de hallarnos y de reconocernos en la poesía. No en vano, cada día los medios de comunicación nos participan de personas que buscan sus raíces, la de sus progenitores, con gran desespero. Precisamente, esa misma ciencia, ha demostrado que un ser humano posee ya su propia identidad (el verso de ser un ser vivo) desde el momento mismo de la fertilización. Por lo tanto, es lógico pedir su total protección a ser en la vida un poema único, el de vivir y dejar vivir.  

A lo mejor no se necesitan tantos organismos ministeriales, como puede ser el de ciencias y tecnologías por un lado y de cultura y educación por otro, como el que exista una fuerte unión en favor de la cultura de la vida; de aquella que de luz verde a la ética sobre la ciencia, de la primacía de la humanidad sobre todo lo demás. La ciencia por sí misma no puede calmar el dolor. Hay cruces en la vida, y las habrá siempre por muchos avances científicos que conquistemos, que sólo se curan rimando el corazón a verso limpio, en todos los tiempos y para todos los mundos. La cultura en la que vivimos inmersos promete el goce en esta vida, bajo los cimientos del consumo y la novia fácil del dinero. El famoso pelotazo que un político de turno vociferó para ganarse el aplauso de las masas aborregadas. La experiencia de la vida nos enseña que la felicidad es un soplo de amor, esa donación del alma con la que escribe el verdadero poeta o artista que piensa reconquistar la belleza.  

Prefiero un mundo sin medicina antes que una medicina que no esté al servicio del amor por el ser humano, sin distinción alguna. Acabo de venir de una urgencia médica. La espera ha sido de más de ocho horas. Más que una jornada laboral. Tiempo suficiente para convivir y vivir con los dolores del prójimo. En la sala presencié lo inhumano que era la demora, hasta que tocase el turno. Todo lo contrario a esa ciencia que debe aproximarse al ser humano y estar pendiente de sus movimientos. Es gozoso haber descubierto muchas cosas, pero más plácido será si avanzamos desde el respeto a ese níveo poema que es la existencia humana, donde ha de prevalecer el interés individual, o sea el individuo, frente a la colectividad. No se puede borrar un verso para que asombre otro. Cada verso es un alma y un olmo de vida insustituible.  

Resulta escalofriante oír tantas orquestas a favor de un mundo de diseño, de clonaciones en la mejora de la raza. Desde luego, yo le temo tanto a los congelados de clínicas embrionarias, y de reproducción asistida, como a los frescos arsenales de armas. No se sabe lo que es peor, ante un abuso del uso. La amenaza es permanente. Nadie está a salvo. Tanto los nacidos como los que han de nacer. Se puede pasar del común de los sentidos que, es el sentido común, al juego de los especialistas donde, alegando fines científicos y creyéndose Dioses salvadores, todo lo justifican. Habría que establecer unos rigurosos controles a nivel mundial, puesto que tan importante es regenerar vidas como generar seguridad en la vida que ya existe, como es el caso de los embriones, dignos de tanto respeto como los nacidos. Por consiguiente, insisto, que apuesto por un mundo más corazón que de diseño, o lo que es lo mismo, más de conciencia que de ciencia. Y que si la ciencia avanza, que también avance el amor verso a verso.