Algo más que palabras

Sin dan, din, don, no hay kirieleisón

Autor: Víctor Corcoba Herrero

 

 

Permítame el lector este juego onomatopéyico, tomado del sabio refranero como asiduo deportista de su lenguaje, de que sin dan, din, don, no hay kirieleisón, y en cotejo con la práctica usual de las honras fúnebres (noviembre me incita a este pensamiento), puesto que en la vida diaria muy pocas cosas se consiguen sin dinero o ascendiente social. Quizás sea la muerte, la única que no se casa con don dinero, pues ésta igual se lleva a ricos que a pobres. Es la igualdad más igual, frente al salvaje poder económico que padecemos, al que nos vendemos o nos venden. El citado poder de poderes, tiene para desgracia del propio ser humano, todas las libertades de compra y venta. Hace malo lo bueno, corrompe las sanas costumbres, cohecha la justicia, hecha por tierra la dignidad de la persona, rechaza toda trascendencia, porque su visión es exclusivamente terrenal. Tanto tienes, tanto vales. Tanto cuentas, tanto te cuento. En resumen, el caudal de bienes es lo único que da posición. Como siempre y más ahora. 

Todavía sigue en vigencia aquello de que dinero llama dinero, por la ausencia de un sentido humano social más participativo. Cada día se comparten menos las dichas (cada cual va a los suyo) y tampoco las desdichas suelen tener consuelo, por parte de aquellos que pueden aliviar penas. Andamos con el paso cambiado. Pedimos una muerte digna antes que una vida digna, sembramos crispación antes que sosiego, y en el cultivo nos adueñamos de rosas que tampoco nos pertenecen. En cosas de honra hoy en día, no se ahonda. Hoy por ti y mañana por mí. Lo único vital es apegarse y replegarse al dinero, como si estuviese dotado de una fuerza invencible, cuando entre salud y dinero, -apunta el refranero-, salud quiero. Pues nada, todo lo contrario, nos pierde y nos refuerza egoístamente el ánimo. ¡Cuántas zancadillas por unos miserables Euros! 

Aún la riqueza y el poder están sumamente concentrados en capas reducidas, con privilegios a raudales y dispensas inconcebibles. Ahí está la voz de alarma del presidente de la Organización Profesional de Inspectores de Hacienda del Estado, José María Peláez, advirtiéndonos que una cuarta parte de la economía española es insolidaria, sobre todo los más pudientes como pudieran ser algunas sociedades, puesto que no pagan correctamente sus impuestos. Al parecer, existe una gran naturalidad, agraviada con cierta dosis de chulería, a la hora de defraudar, porque es algo que está muy generalizado. Ya se sabe: a río revuelto, ganancia de pescadores. Mal ejemplo se da con este tipo de parabienes. Más pronto que tarde, nos llevan a situaciones conflictivas. Los descaros siempre pasan factura. Debiéramos potenciar, en vista de lo visto, esa preciosa cualidad a la que no en vano Voltaire llamó “tesoro del hombre prudente” y que no es otra, en todo, que la de tener “un ten con ten”.

El repique de inestabilidades, a causa de los desequilibrios de don dinero, fomenta batallas y fermenta odios; puesto que una paz duradera no es el resultado de un equilibrio de fuerzas, sino de un equilibrio de derechos que hemos de cuidar. ¿Cuántas veces hemos oído que el derecho, a juzgar por sentencias dispares, no se aplica por igual a todos? Esto habría que atajarlo de raíz. Está en juego la seguridad jurídica, la paz misma, que no es tanto el fruto de la victoria del adinerado sobre el pobre, sino más bien el fruto de la victoria de la justicia sobre inmunidades injustas. Persisten todavía comportamientos deplorables en el ámbito moral, poco demócratas, como puede ser la búsqueda del dinero a cualquier precio, el poder y la imagen pública como servicio para sí, dejando a un lado el sentido del servicio a la comunidad, especialmente hacia los que menos tienen. No olvidemos la corrupción considerable que se presenta bajo muy distintas formas, más veces de las debidas, en los distintos ámbitos territoriales españoles, donde aún viven chavales en chabolas, y contra la cual hemos de luchar con tesón y eficacia, si queremos que el desarrollo económico llegue a todos, sin excepción alguna.

Sería bueno considerar el ascendiente social más por la ética que por la riqueza, por el hecho de ser persona, más que por el estar jerárquicamente. Nos separan demasiados lenguajes sin sentido, dones y excelencias inmerecidas. Este desafío incluye una mejor comprensión de las semánticas que nos distancian. La ONU apuesta por el Deporte y el Ejercicio Físico, asegurando que los atletas son los mejores mensajeros para promover la educación, la salud, el desarrollo y la paz. “Lo mejor del deporte es que reúne a las personas sin importar sus orígenes, creencias religiosas y nivel económico. Cuando los jóvenes participan en el deporte o tienen una educación física, pueden experimentar la euforia del trabajo en equipo y la tolerancia”, dijo Kofi Annan. Pienso que España debe apostar, también, por esa misma línea de afianzar en el deporte (como recreo más que como negocio), en el arte (como estética más que como ganancia) y en sus propias raíces culturales (como identidad más que como discordancia), a fin de que las nuevas generaciones puedan experimentar el buen hacer del trabajo en equipo y la tolerancia del buen decir en verdad, sin la falsa moneda como cambio.