Algo mas que palabras

Rey es el amor, y el dinero, emperador

Autor: Víctor Corcoba Herrero

 

 

Ya se sabe lo importante que son el amor y el dinero en la vida, con primacía de lo segundo. Tanto tienes tanto vales. Por eso, quizás resulte tan difícil poner coto a negocios lucrativos sucios, como es la continua expansión descontrolada de armamento y explosivos diseñados para matar y mutilar seres humanos. Detrás de todo este comercio bochornoso, que mueve un aluvión de pasta, hay corrupción y soborno, violaciones a los derechos humanos y violencias salvajes. Creo que la situación en España se encuentra en un punto fustigador. A juzgar por los sucesos diarios, todo el mundo va armado. En cualquier esquina, alguien puede colocar una bomba y bombearte al otro barrio, rajarte con una navaja de lengua larga, o acribillarte a balazos. Pienso que los diversos gobiernos españoles, tanto el estatal como los autonómicos y locales, debieran tomar algún tipo de precaución antes que el fuego abra más brechas de odio. 

Por lo pronto, es una buena noticia que el Ministerio del Interior haya ordenado a las Delegaciones del Gobierno que pongan en marcha, a través de sus áreas de industria, una campaña de inspecciones en el interior de las explotaciones de carácter minero o industrial que utilicen explosivos en sus actividades. Nunca es tarde si la dicha es buena; no obstante, una vez más, para poner remedio muchas vidas se han quedado en el camino, sesgadas para siempre. Las permanentes irregularidades en el control de explosivos han sido tan descaradas, aunque en este país nadie pague por las irresponsabilidades de un mal gobierno, que parece sumamente viable acceder y traficar con este tipo de artefactos temibles y tremendos. En vista de lo visto y de lo que pueda venir, la prevención e intensificación del control sobre las fábricas, depósitos, transportes y consumo de explosivos, así como de otras armas ligeras, es saludable para que la vida prosiga y se deje vivir al que quiera vivir.

Considero, pues, que debemos lograr reducir la petición de armas a lo más mínimo, ofertando más seguridad institucional. Eso de tomarse la justicia por la mano es un mal juego para la paz. Somos testigos a diario de cómo las armas se utilizan para perpetrar atentados, actos criminales, violencia doméstica, abusos y más abusos. La inseguridad a la que estamos sometidos en ocasiones, debiera hacer reflexionar a todo aquel gobierno que se precie de actuar en coherencia con el compromiso de fomentar la paz. Para ello, hay que demostrar con actuaciones transparentes en el comercio de las armas, que las personas nos importan más que otros intereses económicos y políticos. Esa es la cuestión. Amar cada uno la paz del otro es una buena medicina, porque la obtenida con armas, no es más que un calmante; una tregua que calma en falso, sin llegar al alma.