Revivir el amor conyugal

Autor: Víctor Corcoba Herrero

 

Dios, en la intimidad de su Ser perfectísimo y trascendente, "es Familia".

En Dios hay paternidad (Dios Padre);

hay filiación (Dios Hijo),

y la esencia de la familia que es el amor (Dios Espíritu Santo).

Dios es Uno por naturaleza y Trino en personas.

(Juan Pablo II) 

Se rompen las familias de no amarse,

porque el amor es un cauce de vida

y una comunión de latidos crecederos

que se funden y confluyen

en un mar de transparencias.  

Vivir en familia

es aprender a convivir,

y a convidarse en donación.

 

Roto el vínculo,

cesa la comunidad de amor,

y toma posesión, lo posesivo,

el aire de intereses,

capitalizado en desaire hacia el otro.  

Tronchado el matrimonio,

se vuelve jurídico todo,

nadie se casa con nadie,

y la unión íntima de vida,

lo que ayer fue verso,

sí lo hubo, se entierra. 

No importa la donación

de cuerpo y alma,

se despacha con despecho,

con el adiós del odio.  

O se mantiene el verso de amor

permanente indisoluble

o no hay entrega completa nunca.

Cuando la hay, es posible resucitar

la pasión, colmarse de ternura,

reavivar y avivar los corazones.

¡Sólo la alianza renace la poesía!.