Algo más que palabras

Lo que fue, es y será

Autor: Víctor Corcoba Herrero

           

La existencia humana es el mejor de los poemas, el verso más logrado, la poesía más perfecta. Se podrá crecer por la sabiduría, pero se siente más vida por el corazón. Ahora que está de moda restaurarlo todo, quizás tendríamos que empezar por nosotros mismos, asearnos por dentro para mantenerse erguidos. Sólo los buenos sentimientos pueden unirnos, acercarnos más y ahorcarnos menos, salvarnos del riesgo de deshumanización que nos invade. Hemos matado los sentimientos y caminamos sin alma, rumbo a ninguna parte. Cuando el alma ha dejado de ser un olmo de luz, las sombras ciegan y el lenguaje es un abecedario insensible. Nos puede la furia del interés, el que jamás ha fraguado alianzas perdurables. Cada día hay que tener más cuidado de abrir las puertas del corazón. La compraventa todo lo puede, hasta penetrar en el recóndito sagrario del corazón y sesgarle su libertad.  

A pesar de tantos desórdenes, por mucho que en apariencia cambien las cosas, en la naturaleza humana existe un fondo inmutable. Lo que fue, es y será; mal que les pese a los que quieren dominarnos a su antojo y pensar por nosotros. Podremos buscar las mejores sensaciones, las más bellas palabras ponerlas en movimiento, pero sólo el corazón es el único que encuentra el aire dando vida. Su mirada salva todas las distancias. Para saber mirar hay antes que saber sentir. El alma tiene tonos y timbres que la sabiduría olvida. Por ello, es tan saludable descansar, hacer un alto en el camino y respirar profundo, recuperar sentimientos perdidos y equilibrios destruidos por las condiciones de vida actuales, más en continuo desaliento que de aliento. El mundo, que es un efecto de afectos humanos, también anda desequilibrado. Ahí están sus frutos: unos lo tienen todo, mientras otros carecen de lo indispensable para la vida.  

Si hubiese más corazón en el corazón del ser humano, el mundo sería otro. Muchas vidas se la juegan a una carta. El mar se ha convertido en el cementerio de  los excluidos. Se rescatan cadáveres sin soltar una lágrima nadie. A lo sumo, se dicen algunas palabras para quedar bien. Nada nos dicen esos bebés en brazos de su madre, tampoco los niños ceñidos al miedo. ¡Cuánta cruz soportada en mujeres y hombres, apagados por la angustia y muertos de pena! Cuando hay un sitio en el corazón, lo hay en la casa, en la que seguramente tendremos animales y en la que, sin embargo, la cerramos a seres humanos. Hay tantas cosas que sólo pueden juzgarse con el corazón, que si el corazón falla, la razón se vuelve soberbia. Habría que acordar relanzar tantos sentimientos, que mal obedecen las palabras, cuando las injusticias campean a sus anchas.  

Se dice que las ideas mueven al mundo, pero no antes de trasformarse en sentimientos. No hay que exhibir fuerzas, hay que ocultarlas, y sentir antes de comprender. El idioma del corazón es lo más universal y puro, lo que aviva y vive. Sólo hay que ver un árbol, tronchado su corazón, se seca. Hemos descarriado tantos latidos interiores que resulta difícil hacer conciertos de paz. Detrás de tantas fronteras y frentes, siempre hay comercios y juegos sucios. Personalmente nada me dice que Europa pierda competitividad cada día, si a cambio gana corazón. Cuando el pulso es verdadero, todo puede corregirse. De lo contrario, seguiremos el camino del caos, acrecentando el número de suicidios y reyertas de unos contra otros, porque los tormentos se pagan. La psicología y la ciencia, por muchos avances que nos ofrezcan, será incapaz de calmarnos. Sólo existe un procedimiento para ser feliz, donarse a corazón abierto. Todos nos necesitamos de todos.  

Lo de reavivar el corazón y poner de nuevo la vida en el centro de los valores, es algo tan urgente como vital. Los síntomas de malestar que se cuecen en el mundo son tan reales como la vida misma, ignorarlos es de necios. Se han perdido todos los estilos, la decencia de la docencia, el buen gusto y el sano gesto, los señores de buen fondo y las señoras de buenos modales. Tampoco las gramáticas del alma cotizan. Aquí tanto tienes, tanto vales. Somos puro negocio. A Dios ya no se le coloca en ese horizonte luminoso, con un ojo inscrito en un triángulo que todo lo ve y pacifica, como verdadero protector. Ahora se pretende desterrar de la tierra a quien la creo. Prohibido hablar de Él. Y yo me pregunto: ¿por qué no se prohíbe prohibir cuando tanto se habla de libertad? Otros, más de lo mismo de siempre, pretenden repartir las tierras. Las mafias del poder mandan, mientras los pobres se matan por ellos. Nada importa la grandeza del Creador. Acallan su voz. Sólo matan en su nombre. Desde luego, la perversión ya no tiene límites.  

A pesar de los pesares, siempre hay un anhelo. No es con la fuerza como se levanta a un pueblo, sino con un sentimiento. Ahí está la riada de jóvenes que peregrinan a Santiago, con la cabeza alta y el corazón alegre, dispuestos a hablar de Dios en un mundo aborregado y a ser testigos de Cristo para una Europa de la esperanza. Negar la evidencia demuestra pocas luces para forjar una España de los ciudadanos, a los que hay considerar antes que nada personas. Bravo por esos jóvenes que recorren Europa en bicicleta para pedir políticas de ayuda a la familia, considerada una especie sin género por los borregos. Y más bravura de poeta, por aquellos que lanzan primero el corazón y sonríen como niños al amor; una lluvia fina que empapa y no moja, que los cielos han vertido en el alma de ella y él, para restar penas y sumar poemas.