Algo mas que palabras

La muerte en el diario de la vida
Autor: Víctor Corcoba Herrero

 

 

Los segadores de la vida prosiguen sus hazañas por doquier rincón, de tierra, mar y aire. El mundo expira con cada guerra. Nada importa que la vida no haya sido vivida. La muerte se la encuentra uno en cualquier esquina, fruto del desamor que nos tenemos los unos para con los otros. Resulta desolador tanto dolor sembrado. Esto no es nada bueno. Hay pueblos que se odian a muerte, naciones que adoctrinan para matar, estados que permiten la muerte de indefensos. Jamás la familia humana ha estado tan dividida en valores de vida. Tenemos cerrado el corazón a cal y canto.
Precisamos conciliar posturas y reconciliarnos por dentro, salir a la calle a repartir abrazos y peregrinar hacia esos mundos oprimidos para llevarles el poema de la vida y el gozo del amor. Es necesario responder al terror con una lluvia de acuerdos amistosos, todos a una en el cariño, sin puertas cerradas y con la mirada puesta en el horizonte de toda la humanidad, sin distinción alguna, con todas las religiones hermanadas. Por derecho, el derecho natural. Y por deber, el deber de perdonar.
El amor, cuando es verdadero, todo lo salva, también esa muerte que nos acosa en el diario de la vida. El mundo se ha quedado pequeño, pero las diferencias son grandes. Hay que limar asperezas con cultivos que alienten a vivir, beber sabores de luz, y saberes que nos pongan alegrías en el alma. Hay que respetar a toda persona por el hecho de ser humano y humanizarse junto a él y por él. Todos necesitamos de todos para conquistar el manantial del bien común y que puedan florecer los jardines de la paz, por todas las atmósferas. 
Hemos caído tan bajo, nos hemos dejado manipular por tantos cantos de sirenas y armas mortecinas, que el ser humano precisa reivindicar su razón de ser libre en la vida y recuperar la autoestima de la singularidad. No es cuestión de perdonarnos la vida, sino de que se nos tome en serio como personas. Uno tiene que antes amarse a sí mismo, aún sabiendo que tiene defectos, para poder amar a los demás. Una buena forma de poner cerrojos al egoísmo de la prepotencia del yo. En vez de pasarnos toda la existencia peleando como salvajes, secuestrándonos la vida, nos conviene acudir a otras salves, la de escucharnos por dentro cada cual, para hallarnos mejor por fuera. 
Por ello, entiendo, que las misiones enviadas a zonas en conflicto debieran ir sin armas, con el único afán y desvelo de ser portadoras de una misión de vida más que de lucha, de servicio antes que de combate, cultivadoras del amor por encima de todo. Lo sé que es un riesgo. Pero hay que diferenciarse de los segadores de la vida, armarse de corazón, desarmarse de intereses y poder. El que la humanidad se vuelva más humana, está directamente ligada al respeto de las culturas y cultos. Es cuestión de poner alma antes que de imponer fuerzas. No hay más cultura digna que la de vivir y dejar vivir, cada cual con su manera de ser. De hecho, el ser humano, vive una auténtica vida de gozos y trascendencias gracias a la cultura; expresión vitalista que se basa en el arte de lo bello (bondad) y en la ciencia nacida de la conciencia (verdad). Desde luego, de la mentira sólo sale vicio, del orgullo guerras sin ley, y de los vencidos como de los vencedores, muertes y más muertes, puesto que quien cava un agujero para su prójimo, puede caer en él. Así de claro.