Algo más que palabras

La carta del abrazo

Autor: Víctor Corcoba Herrero

 

 

Celebrar el cumpleaños de la Constitución , la carta del abrazo escrita corazón a corazón, entre todos y para todos, con la grandeza del verso y la concordia, es un valor de futuro, una gratitud presente y un reconocimiento histórico a los que hicieron posible conciliar y reconciliar posturas, integrar y reintegrar actitudes diversas. La convicción de un pueblo en proseguir por el camino de la paz, a sabiendas de que no se pueden matar las ideas, ni ponerles grilletes a los pensamientos, permitieron olvidar furias y decir adios a los odios. Quien tiene la voluntad del consenso, tiene la fuerza del equilibrio y el triunfo de que las únicas fuerzas que nos favorecen son las del diálogo.  

La carta del abrazo tiene sus lágrimas y sus emociones, sus vivencias y sus vidas pactadas, la generosidad de un pueblo poblado de moderación y repoblado de comprensión. Sin otro interés que el de hacer familia indisoluble, hogar común y atmósfera acogedora a la autonomía de las nacionalidades, haciendo valer valores sublimes, las montañas se allanan porque las palabras que van al corazón cuando han salido del corazón, son la mejor medicina para entenderse y comprenderse. Ya lo advierte un proverbio árabe de que las heridas de la lengua son más peligrosas que las del sable.  

Es un fruto de árbol arbolado, una raíz fusionada por la savia de unos sabios padres constituyentes, la carta del abrazo que cada año recordamos erguidos sobre el andamio del tiempo. Los cambios vividos desde entonces hasta hoy, hubieran sido un amor imposible, de no abrazarse todos los españoles bajo el níveo horizonte de los derechos humanos, asintiendo guardar sus cultos y cultivos tradicionales, resguardando sus lenguas y sus hablas, conscientes de que el gobierno más difícil es el de uno mismo.  

Esta conmemoración de la carta del abrazo, por consiguiente, es una ocasión propicia para recordarles a quienes tienen la enorme responsabilidad de gobernarnos, y en última instancia a todos nosotros, puesto que la soberanía reside en el pueblo del que emanan los poderes del Estado,  de que la mejor sabiduría es la prudencia. El que es prudente es templado y el que es templado mitiga y modera. Los padres del constitucionalismo de 1978, con Adolfo Suárez como protector, nos dieron una ejemplar lección de ponderación y consenso, que hemos de tutelar y fortalecer, fomentar desde las instituciones educativas, puesto que convivir es una navegación difícil sin una buena brújula. Nosotros la tenemos con la carta del abrazo.