Herederos de la misma tierra

Autor: Víctor Corcoba Herrero

 

"Ya no hay judío ni gentil, esclavo ni libre, hombre ni mujer,
pues todos somos uno en Cristo Jesús" (Gal, 3,28)

 

 Somos hijos de la tierra,

y de la misma tierra herederos;

somos hijos de la vida,

y de la misma vida verso.

 

Herederos de una misma luz,

aunque el hombre cierre puertas

y levante asombrosas tapias,

que nos impidan vernos y besarnos.

 

Descendientes de un mismo cielo,

y ascendientes de un misma vía,

la de ser peregrinos hacia lo eterno,

la de ser marineros hacia el cosmos.

 

Hermanemos esta tierra,

que es de todos y de nadie:

De todos porque es donación,

y de nadie porque es del Creador.

 

En la morada hemos de acoger

y recoger a los últimos,

a los que nada tienen,

y lo tienen todo;

no importa el color y sí el calor,

porque tienen la energía de ser,

que es lo más níveo y noble.

 

Clamo por una tierra

a golpe de latido y no de látigos.

Reclamo la sonrisa en el llanto,

la mano tendida en el pobre,

la aurora luminosa en la noche,

la fuerza del amor en el camino.

 

Y todo ello por conciencia,

conciencia a una existencia,

a una existencia más humana,

más humana y hermana,

más hermana de darse la mano.

 

Porque darse la mano entre personas,

es como entregar el corazón

a cambio de nada,

sin esperar otra respuesta,

que la respuesta de la tierra,

repuesta en poesía, puesta en amor.

 

Demando, pues, mejor savia

para el inmi­gran­te amigo,

que es amigo y no enemigo.

 

Pido desterrar mazazos y amenazas,

no es un invasor que nos desplaza,

¡es una persona que nos crece!.

 

Hagámosle entonces sitio,

que también ésta es su casa:

Y en la casa de Dios todos caben,

y en la casa de Dios todos entran,

porque en la casa de Dios nadie sobra.