Algo más que palabras

¿Hay de verdad un Dios en el cielo?

Autor: Víctor Corcoba Herrero

 

            Uno de mis entusiasmos es bucear por las librerías y respirar el incienso de la letra impresa. Descubrir libros que dormitan a la espera de unos ojos lectores. Cuánto más otoñales mejor. Señal que nadie se ha parado a beberlo. Ni siquiera a ojearlo. Otras veces me decanto por elegir libros según lo que me diga la etiqueta. Es el caso que les voy a contar. Porque el volumen estaba entre las novedades y tengo noticias de que se presenta el próximo veintiuno de octubre (a las 19,30 horas) en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. “Hablemos de Dios” se llama la criatura. Su autor, Luis de Lezama Barañano, a través de su obra nos incita a que juntos, con amigos o en soledad, acabemos hablando de lo que él ha escrito, desde nuestra experiencia. 

Para empezar, el escritor, tiene tras de sí ganada la cátedra de la vida. Es una persona de hondas vivencias y profundos cultivos. Nace en Amurrio (Álava) el 15 de Junio de 1.936. Estudia Bachiller en el colegio de Indauchu de los PP Jesuitas de Bilbao e ingresa en la carrera eclesiástica en 1.954 en el Seminario Conciliar de Madrid, donde obtuvo el grado de Teología y se ordenó de sacerdote en 1.962. En Chinchón, inició su labor pastoral y social con especial atención a la juventud marginada a la que dio acogida, formación y trabajo. Fue popularmente conocido como el “Cura de los maletillas” por sus actividades a favor de los jóvenes aprendices de toreros a los que abrió su casa como albergue. Creó la famosa “Pasión de Cristo de Chinchón”; y, en agradecimiento, la ciudad le otorgó el “Ajo de Oro” y le nombró hijo adoptivo. Destinado a Vallecas, en Entrevías 1965, convivió entre jóvenes marginales. Creando el primer “Albergue de la Juventud” donde inició un proceso original y único de reinserción por el trabajo comunitario, haciendo suya la filosofía de “no dar peces, sino enseñar a pescar”. Fue Director del Centro Pastoral de Vocaciones de Madrid y compaginó su vida religiosa con los estudios universitarios de Ciencias de la Información en la Universidad Complutense de Madrid. En 1.976 se licenció en Imagen, Radio y Televisión e inició una larga etapa de programas de radio en la COPE y en la SER que le valieron el premio internacional ONDAS de 1.972 al mejor programa religioso y el premio UNDA de 1.973 por sus reportajes en “El Rastro de Dios” y “Mil Amigos en la Noche”. También ha sido corresponsal de Radio Vaticano, colaborador de Televisión Española, y de otros medios escritos. 

Alternando su personalidad eclesiástica, con su dedicación a la juventud, renunció a los cargos eclesiásticos y creó en 1.974, como medio de vida independiente para él y sus jóvenes acogidos, un bar restaurante en el centro de Madrid: la taberna del Albardero; por donde han desfilado en estos últimos años los personajes más variopintos: intelectuales, políticos, hombres de negocios, periodistas, escritores, actores, músicos... Por cierto, este primigenio lugar, se ha extendido con nuevos establecimientos a otras ciudades; cosechando, además, algún que otro reconocimiento, entre los que cabe citar, el Premio Nacional de Gastronomía en 1.991. 

En su faceta de escritor ha publicado, entre otros los siguientes, libros: “Historias y Recetas de mi Taberna”, PPC 1.993. “El Trigo y la Cizaña”, San Pablo 1.994. “En Él está la vida”, San Pablo 2000. “Traje de luces”, Premio Nacional de Novela de la Fundación Joselito, Espasa Calpe 2.001... Escribir es también su gran pasión.

Pero volvamos a este fructífero libro, que lleva prólogo de Vicente Verdú (periodista) y epílogo de Mons. Carlos Amigo Vallejo (Arzobispo de Sevilla). Ha querido pedir a un agnóstico el prólogo y a un creyente el epílogo. El autor no trata de demostrar nada que es indemostrable. El misterio es el misterio. “Pero yo lo toco con las manos, rompo pares de zapatos andando por las calles, he sudado la camiseta en mil trabajos y hay días que la cabeza me echa humo por las preocupaciones asumidas, por querer redimir a todo el mundo”.

Luis de Lezama se propone que conversemos de Dios con Dios. Al menos consigue llevarnos a la atmósfera del discernimiento. Ciertamente es todo un valor. Porque si el hombre necesita razones para vivir y para esperar, el Creador es la primera y la más grande de las razones. Esta es la intención que nos da a entender el autor: hablemos de Dios. Y luego, ya veremos, si nos reconciliamos. Su invitación hacia el Padre compasivo y misericordioso, nos conmueve. Siempre nos ha sobrecogido. No le han restado al hombre a lo largo de toda su historia, tanto en el pensamiento de los filósofos, como en la doctrina de las grandes religiones, o bien en la sencilla reflexión del hombre de la calle, las razones para tratar de comprender, más aún, de justificar, la actuación de Dios en el mundo. Tampoco le falta a Luis de Lezama empuje para hablar del Hacedor. Y nos cuenta la causa: “Para que tú lo cuentes algún día y te sientas más cómodo en el abismo. He tejido mi tela de fe como la araña, y en ella, me balanceo sin miedo”. En suma, “Hablemos de Dios” es un libro para reflexionar desde dentro de cada cual, sobre la condena de Dios por parte del hombre que no se basa en la verdad, sino en la prepotencia humana. Es el gran virus que nos adueña; dejándonos sin la tecla del alma, la del amor de amar amor, perdidos en ocasos que nos ciegan el umbral de la esperanza.