Algo más que palabras

España como destino preferente

Autor: Víctor Corcoba Herrero

 

 

Ya lo dice la copla: como en España, cada día más nación de nacionalidades, ni hablar. Según datos estadísticos, durante el pasado mes de octubre se han recibido 4,8 millones de turistas internacionales en España, lo que supone un crecimiento del 8,8% en relación al mismo mes de 2003. O sea, que entre enero y octubre se recibieron 47,5 millones de turistas, un 2,5% más que en el mismo periodo de 2003. Tras lo reflejado en los fríos dígitos, el regocijo de sentirnos visitados y la lección que nos indica lo pequeño que es el mundo. Las distancias ya no existen para los viajeros andantes. Teniendo en cuenta, lo que predijo Cervantes, de que no hay ningún viaje malo, excepto el que conduce a la horca, estamos de enhorabuena. 

En verdad, pienso, que esto es bueno para mundializarnos, ya no sólo para el comercio, también para el acercamiento a culturas distintas, puesto que las actividades que puedan realizar las personas durante sus viajes y estancias en lugares distintos al de su entorno habitual, por un período de tiempo consecutivo inferior a un año, con fines de ocio, por negocios y otros motivos, son fuerzas vitales para la cultura de la comprensión mutua y el desarrollo de mentalidades expansivas y tolerantes. Siguiendo la misma estela cervantina, de que el andar en tierras y comunicar con diversas gentes hace a los hombres discretos, bien vale un ¡olé! de los nuestros. Lo de españolear y hacer patria nunca está demás. Cada cual con sus raíces y todas ellas formando el árbol de la vida. 

Ciertamente, que España sea destino preferente hay que mimarlo. Por muchos motivos: para dejar de ser pueblerinos, en el sentido de atrasados claro está, puesto que dialogar con otras maneras de ser y vivir, siempre es enriquecedor. Nos da vida. Y también el visitante descubre otros lugares, otras luces paisajísticas, nuevas formas de sentir y pensar. Para todos es saludable viajar, adaptarnos a diferentes miradas y admirar horizontes diversos. Es la mejor escuela. El mundo no es nuestra casa y poco más. A poco que viajemos nos daremos cuenta de que todos somos necesarios y que la ocasión de un útil intercambio de experiencias, nos ayuda a crecer más en humanidad. El roce de conocerse ayuda a tener la fiesta de la vida en paz, que ya es bastante.

Por ello, el turismo, es una actividad que nos hace crecer la economía, pero también es una manera privilegiada para progresar como personas abiertas a todos los cultivos y cultos. Está demostrado que la apertura siempre ayuda a la construcción de una sociedad más solidaria y fraterna. Creo, pues, que se deben estimular, desde todas las instituciones, convivencias culturales, deportivas, y doquier encuentro que nos sirva para hacer familia en familia. De igual modo, como diría un matemático haciendo uso de la propiedad biyectiva, también es saludable que los españoles salgan a otros mundos y se empapen de otras vidas en su hábitat. 

Pienso que con gran acierto, algunas ONGs ofertan viajes solidarios, asociaciones culturales y religiosas hacen lo mismo con peregrinaciones a lugares santos o pueblos de calado patrimonio histórico. Sin duda, es sana medicina para comprender otras culturas, toparse en vivo con realidades tan dolorosas como la falta de libertades, las injusticias de pobreza y hambre, y otras estampas crueles. No es lo mismo verlas pasar desde el islote de la felicidad que podamos vivir, como respirar el horrendo dolor ante las pupilas del alma. Hay que comprometerse, y prometerse así mismo, para evitar que el bienestar de unos pocos privilegiados se consiga en detrimento de la calidad de vida de muchos otros. O sea, que la economía alcance a todas las mesas de la humanidad, que no alce a unos en el tenerlo todo y baje a otros en no tener ni un trozo de pan que llevarse a la boca. 

Ahora que somos destino preferente para el turismo, sería fantástico que lo fuésemos también como valor de concordia y amistad. En efecto, muchas de las situaciones de violencia que padecemos a diario tienen su raíz en la intransigencia, en el rechazo a culturas ajenas. Sin embargo, cuando existe un clima de paz y comprensión estamos favoreciendo a que el turista vuelva, puesto que el destino depende de muchos elementos relacionados de forma más o menos directa con la actividad turística, instituciones, empresas, organizaciones.... En el turismo, al fin y al cabo, todos contamos para bien o para mal. Reconocerse bajo el sello del buen estilo, contribuye a ser visitados. Por consiguiente, que hoy seamos lugar predilecto, es un mérito de todos los que habitamos en la piel de toro. 

Estoy convencido de que una buena manera de permanecer acogiendo esa positiva riada de visitantes, pasa por hacer de los destinos turísticos, paraísos de auténtica tranquilidad, donde se llegue fácilmente y se posean infraestructuras aceptables, sobre todo para los discapacitados y personas mayores. Es necesario que nadie tenga reducida sus posibilidades de ocio y se pueda disfrutar de un turismo sin barreras, cuidando muy mucho los posibles desórdenes urbanísticos. Mal negocio para el ocio son los colmenares de la masificación, repelen al turismo y atraen a los especuladores. Se pierde todo el encanto de no tener aire para respirar, sol para solearse, ni luna para enternecerse.