Algo más que palabras

¿Cómo discernir lo que deslumbra?

Autor: Víctor Corcoba Herrero

 

 

                De la vida brotan a diario un borbotón de lenguajes que nos fascinan, seducen, ilusionan, hipnotizan, magnetizan, ciegan, asombran, pasman, emboban..., lo espinoso es atinar a discernir lo que nos deslumbra por su pureza de lo que nos alumbra por su desenfreno. Pienso que una buena historia, bebida por los labios del alma, puede ciertamente salvar vidas y reparar daños. Cuánto más se conoce, mejor nos conocemos. Tenemos la más universal lengua, los más hondos pensadores, y una legión de notarios dispuestos a recrearnos en su arte, para que descubramos la autenticidad de la belleza, esa que reverbera del espíritu de la propia existencia, que no vemos o pasamos de ella. Ahí está la humanidad, toda ella amenazada, unos enseñando las uñas y otros mordiéndose la lengua, atrapada por lo que produce e induce, por las voluntades corrompidas. Ante ese estado de ultimátum continuo y de chantaje constante que vivimos, creo que nos falta esa docta conversación interna, entre lo que somos y lo que podemos llegar a ser. La plaga de explotadores y destructores de luz, amén de cegarnos, nos ensordecen el encanto del canto sideral. Habría que pensar, cómo expresar la verdad y cómo separarla de la mentira, cómo decir lo que se admira, que fuese bueno para el bien de todos.  

                Nuestra territorialidad se acrecienta por la lengua en común con América latina,  y con ella, un cúmulo de lazos históricos ha de considerarse para contribuir a un clima de mayor entendimiento. Podemos ser esa luz que de luz a otros mundos, en la búsqueda de las realidades últimas, enraizadas en vínculos profundos del espíritu humano. Esto es vital, a mi juicio, para que en esta atmósfera global en la que ya vivimos, el respeto gane la batalla a las contiendas. Habrá que cuidar mucho la forma de expresarse de cada cual, su fe y la libertad religiosa de cada uno, para que puedan ser vividas y consideradas como un valor positivo para la convivencia. La manipulación en los lenguajes, tanto a nivel individual como social, puede causar trágicos sufrimientos y una vuelta atrás a la concordia, con revueltas y persecuciones absurdas. Por ello, considero de suma importancia para la vida que se vive, la proliferación de exposiciones y debates entre culturas diversas o hermanas, eventos que subrayan apellidos comunes con nombres distintos, como puede ser el III Congreso Internacional de la Lengua Española , del que no tengo duda, fortalecerá los lazos de la amistad con Hispanoamérica.  

                Lo arduo también es alumbrar aquello que nos deslumbra para un mejor vivir todos con todos y entre todos, sin herir sensibilidades y sin lapidar corazón alguno. En el equilibrio radica la conciencia de la ciencia o la virtud de todas las virtudes. Cuando se pone el corazón en lo que hacen las manos y el alma en lo que dicen los labios, como los verdaderos clásicos de la literatura o de las artes, su presencia se enraíza en el árbol de la vida como un espejo de nuestras andanzas actuales. En la Celestina , por ejemplo, la vida es el espacio de tiempo que media entre dos actos sobre los que nunca tenemos control alguno, por muy dios que nos creamos: nacimiento y muerte. Las últimas palabras de Pleberio, ante el cadáver de su hija, son: ¿Por qué me dejaste triste y solo en este valle de lágrimas? Es una interrogación que todavía hoy nos interroga a los presentes y que también interrogará a las generaciones futuras.  Nos vemos en los clásicos como en esos libros del universo deslumbrante. Lo vital es tomar su luz y apagar sombras. Es un camino andado del que a veces nos salimos por ignorancia y necedad.  

                Naturalmente, para expresar lo que se admira, antes hay que vivirlo, renacer a su lado, iluminarse de su sabor y saber, abrir fronteras y cerrar frentes, airearse de justicia y orearse de libertad, antes que esta sociedad permisiva y frívola, que recluta adictos a golpe de talón publicitario por doquier medio comunicativo, adinerada y sin corazón, se adueñe de nuestro silencio. Sólo hay que leer los anuncios por palabras de periódicos, mirar la tele, oír la calle, olfatear carteles, degustar cotilleos, o explorar contactos sin tacto alguno, para darse cuenta de que la publicidad nos gobierna, tanto o más que el desgobierno de algunos gobiernos que presumen de lo que no tienen en cartera, puesto que son incapaces de poner remedio a grandes males, como es el comercio de carne humana y hacer la vista gorda ante los baños de alcohol y demás vicios añadidos, que adolescentes con cara de niño triste, practican en la universidad del asfalto.  

                Nos quieren hacer ver que todos los seres humanos somos iguales, como si todos los hombres sintieran más por sus partes bajas que con el corazón y que todas las mujeres eligieran por el deseo genital como la caprichosa ratita del cuento clásico que pregunta: ¿Y por la noche que harás? ¿Cuánto te mide? Los efectos del despelote ya están ahí. Sin entrar a juzgar las conciencias, ateniéndonos a los hechos que se ven, hemos de reconocer la crecida, en cuanto a enfermedades de la mente, fruto de las fantasías que nos inyectan a poco que nos dejemos llevar por la fiebre del deseo de desearlo todo, como si ese todo fuese a envolvernos en el gozo de la eternidad, cuando sólo la capacidad de la razón puede ayudarnos a salir de la oscuridad en la que cada día, por desgracia, son más las personas que se encuentran. La receta de que sueño sosegado, no tiene nublado, nos puede servir para pensar que una buena conciencia es la mejor de las almohadas, y así evadirse, con un saludable corte de mangas, de esta sociedad tan pastillera como petillera.