Algo mas que palabras

Cada día ganar un día más

Autor: Víctor Corcoba Herrero

 

 

Llevadero es el camino cuando se camina con pasos compartidos. El tiempo ya nos descubre que uno a uno, todos somos perecederos y que juntos somos hacedores de perdurables vidas. Por ello, que la donación de órganos en España crezca y refuerce el liderazgo mundial es como acrecentar la esperanza de vivir. Esto es muy meritorio en un mundo como el actual donde todo se compra y se vende. El donar vida no tiene precio, pero tiene el más alto valor ético: la de entregar, sin compensación alguna, parte de nosotros mismos para la existencia de otra persona que, en la mayoría de las veces, ni conocemos. Precisamente ahí, en la nobleza de la ofrenda, es donde radica el verdadero trance de amor, fruto de una auténtica cultura de generosidad. Sembrar estos hechos solidarios que tanto nos caracterizan al pueblo español, de ofrecer cada día un nuevo día a semejantes que sobreviven en las ciegas noches del desespero, es uno de los gestos más vivos, puesto que se aviva una auténtica cultura de la vida. 

Lo de cada día ganar un día más a la sonrisa es un buen deseo para el aseo de la vida, a la que habría que limpiar de tanto sexo y violencia generado por unos malvados principios y olvidadas éticas. La vida es demasiado corta para acortarla o confinarla entre rejas. La legión de violentos fanáticos, que cultivan la tortura como norma, hay que pararles sus hazañas y enviarlos a la escuela antes que a la cárcel. Precisamos que se desenganchen los hábitos salvajes de la faz de la tierra y lo más sensato es utilizar moldes educativos y los remontes del alma. Aunque las semánticas constituyentes de las letras constitucionales suelen decir que los penados han de vivir un tiempo recluidos a fin de enmendar su conducta y volver a la sociedad reeducados, lo cierto es que se regeneran más bien poco. El clima tampoco es nada propicio, porque recluimos y excluimos, todo a la vez. Lo de tender una mano y dar una segunda oportunidad, se nos da más bien poco. Sería más efectivo que encarcelar, prevenir rechazos sociales con actuaciones que nos nivelen, fomentando nuevas sensibilidades de acercamiento a los marginados, entre los que suelen estar mayoría de personas privadas de libertad.

La realidad nos dice que algo no funciona. El aluvión de atentados contra la vida no merma, continúan sellando la historia de la humanidad. Hay amenazas que proceden de la naturaleza misma, agravadas en parte por el abuso y la negligencia de los humanos, desajustes a los que tendríamos que poner remedio. En este sentido, el mayor y más completo mapa topográfico del planeta, proyecto liderado por la NASA y que recientemente ha sido finalizado, nos participa una buena ración de anhelos: ayudar a controlar los movimientos de glaciares, planear reforestación y conservación del suelo, ayudar a crear simuladores de vuelo más realistas o localizar enclaves para antenas... Por desgracia, tras el abecedario ingenioso que es la naturaleza, a veces se esconden intereses contrapuestos o interesados, anuncio de un mal presagio para la subsistencia. Urge, pues, lidiar mejor los efectos de los desastres naturales, ahora tenemos la confianza del mapa salvavidas, con los afectos humanos. 

La vida está ahí, en cada uno de nosotros, para vivirla fusionados y beberla en libertad, sin franquicia alguna. En ocasiones no la conocemos, ni tampoco nos reconocemos en ella. El año dos mil cinco, Año Internacional de la Física en un mundo de Quijotes y Sanchos, pondrá en valor la naturaleza, vilmente trotada y jadeada por jinetes, sin mesura alguna, más veces de las debidas. Con apropiado tino, la Asamblea Nacional de las Naciones Unidas, reconoce que la Física proporciona una base importante para el avance en la comprensión del hábitat, sustento de gran parte de los adelantos tecnológicos actuales, convencidos de que una educación en esta disciplina -algo de lo que carecen nuestros planes educativos- proporciona al hombre las herramientas para construir la infraestructura científica esencial para el desarrollo de la propia vida, que es lo que más nos debe interesar a los humanos. 

Decía Miguel Hernández que la vida eran muchos tragos y que uno solo era la muerte. Hoy, ante las continuas amenazas contra la vida que soportamos, se nos atraganta hasta el aire que respiramos. Lo de ganar un día más cada día va a tener su precio en oro, si no ponemos techo a los que quieren apropiarnos –y expropiarnos- hasta nuestra propia supervivencia. A mi juicio, pienso, que hay que movilizar el sentido común y hacer más vida en común con la vida. La situación que vivimos es de pánico. La calle lo expresa todo. Tipos descontentos y malhumorados te los encuentras en doquier esquina. Los psicólogos y psiquiatras se hallan desbordados ante las crecientes y continuas visitas de gentes insatisfechas y afligidas, a las que nada les llena, aunque naden en la abundancia. Todo está como muy vicioso y enviciado. Creo que es hora de apuntarnos a vivir mejor la vida, más desde dentro hacia los demás y desde los demás hacia dentro. 

Convendría tomar buena nota de la libertad que don Quijote alistó, uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos, desde el juicio ya libre y claro, sin las sombras caliginosas de la ignorancia que sobre él pusieron amarga y continua leyenda los detestables libros de las caballerías. Ya conozco sus disparates y sus embelecos, -decía-, y no me pesa sino que este desengaño ha llegado tan tarde que no me deja tiempo para hacer alguna recompensa leyendo otros que sean luz del alma. Quizás nos falte explorar otras páginas del libro de la existencia, como es la del amor sin condiciones, ni condicionantes; y así vivir, como hijos de auroras, reavivando la estación de la vida de los ocasos del tiempo hacia una nueva primavera que a todos nos enternezca.