Ante la Natividad del Señor

Autor: Víctor Corcoba Herrero

           

Bajo ese camino luminoso, distinto al que nos ofrecen los grandes almacenes y tiendas, debemos reflexionar, sí se quiere volviendo los ojos al Belén que habita en casi todas las casas, puesto que este tiempo es algo más que una acumulación de fiestas en tan corto período, hacia las alas del viento esperanzado, como olas del mar sobre el horizonte celeste, en busca del Niño que se hizo hombre, siendo Dios, para calmar la furia y el hambre, para colmar de paz la vida, cargando con la cruz a cuestas para redimirnos de calvarios y de selvas, bajo su salve María. 

            Frente a ese artístico Belén, propongo algunos personajes de acción. El  pueblo de Israel fue el gran remanso de paz y de espera en la esperanza. El profeta Isaías fue el gran pedagogo y portavoz de Dios, la voz  y el pregonero del Señor, precursor del universalismo del evangelio, predicador de la paz. Juan el Bautista fue el paradigma del adviento, ya desde el mismo vientre de su madre, y fue el escogido para mostrar a las gentes el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, y dio finalmente su sangre, como valor purificatorio de conversión a la luz y de amanecida a la esperanza. José de Nazaret, es, en adviento,  ejemplo de un "sí" largo, hondo y sostenido al Señor. Un "sí" de colaboración. Un "sí" de aceptación. Un “sí” de amor amar amor. María de Nazaret es la estrella del adviento, su rostro, su regazo, su rastro. La poesía más eterna y tierna. El apóstol San Pablo nos llama al gozo y a la alegría, a la preparación y a la acción, "El Señor está cerca". Descubramos ese Niño, y hagámonos niños del Niño Dios y obremos como obreros del Señor. 

            Como obreras del Señor, trabajan esas religiosas que nos ofrecen, además, de su ejemplo, unos dulces singulares. Y este sentido, deseo vivamente felicitar y elogiar, la acertadísima exposición y venta en la Feria del Dulce Conventual y Monacal, que tuvo lugar en la sede del ilustre Colegio de Gestores Administrativos de Granada, y que fue un éxito rotundo. Más de tres mil personas se dieron cita en sucesivos días para adquirir la variada y rica repostería navideña de los conventos y monasterios de clausura de las provincias del ámbito geográfico de Granada, Jaén y Almería. Unos mil doscientos euros (dos millones de pesetas) se han recaudado para una buena causa, contribuir de este modo a un incremento de las ventas y, en consecuencia, al mantenimiento de religiosas cuya única fuente de ingresos es precisamente ésta. Tenemos que aplaudir esta buena noticia, puesto que en la contribución de esa gran avalancha de personas han puesto verdadero empeño, sobre todo los Gestores Administrativos y sus familias, de entre los que han salido los imprescindibles voluntarios y voluntarias que han atendido “dulcemente” los stans instalados al efecto. Una vez más, los Gestores Administrativos abanderan un proyecto solidario que, en esta ocasión además, enlaza con nuestras más arraigadas tradiciones en materia gastronómica. Eso también es un arte. 

No quisiera terminar esta reflexión que titulo, la Natividad del Señor,  quizás el día más cargado de densidad espiritual y teológica de todo el ciclo, sin desear a todos los lectores de este Semanario la mayor alegría (que no la da el dinero ni los regalos). Cuatro convocatorias para celebrar la eucaristía, además de las horas de Oficio divino, nos convocan. Como si la Iglesia quisiera estar continuamente contemplando el misterio (cf. Lc 2,19): "Hoy grande gozo en el cielo todos hacen/ porque en un barrio del suelo nace Dios./ ¡Qué gran gozo y alegría tengo yo!". Los poetas de todos los tiempos también lo han vociferado. El Niño Dios ha nacido.