Algo más que palabras

Apropiaciones indebidas

Autor: Víctor Corcoba Herrero

 

La cosecha de ratas y ratoneros alarma a cualquiera que tenga corazón. Tanto es así, que el mundo es una ratonera donde nadie está a salvo. Y, claro, a río revuelto ganancia de pescadores. Los pericotes se adueñan hasta del asfalto que ya es decir. Los ratones coloraos, portadores de dientes de oro y collares de perlas, con ratitas que le siguen la gracia, sueñan con apropiarse de la tierra, del mar y del aire. Los más saltarines sacan pecho, y con navaja en ristre, te desnudan el bolsillo en un santiamén. Si te pones a su altura te dejan tirado en la cuneta y que corra la sangre. Aquí nadie es responsable de nada. Ellos son la ley, la de la fuerza e intimidación. Los de ciencia, que también hay ratones titulados superiores, al menor descuido te clonan como producto de desecho. Da pánico este mundo enviciado de roedores con mala leche. 
Los sanguinarios ratones, y aquí entran todos los tipos, tipejos y topos, amedrentan. Propinan tortas a la tarta y empinan roscas al cuello, ansiosos de acomodarse. Para ello, se apropian de lo verdadero y de lo justo. Devuelven calderilla a raudales, falsa moneda, rosario de mentiras e injusticias, para que los marginales se maten por ellos, en nombre del endiosado odio. Se ha perdido todo el respeto al ser humano. La legión de manipuladores, tan ratas y arrogantes como los primeros, se afanan en sembrar contrariedades, justificando lo injustificable, bajo bautizo de falso progreso y confirmación de valor absoluto, cuando el regreso a la selva, del tanto tienes tanto puedes, es una realidad constante y sonante.
Primo hermano de la apropiación indebida es la expropiación abusiva. En esto somos punteros los de la piel de toro. Los navajeros del dinero fácil lo urbanizan todo, reorganizan campos para que los poetas no se pierdan entre versos, y levantan edificios antes que árboles. Otra especie a extinguir por la mano del hombre, las arboledas. Presiento que mis herederos van a tenerlo difícil, el disfrute de siesta en pleno bosque. Los humos del ser humano tronchan existencias. La vida vegetal, tan unida a la nuestra, tampoco iba a ser menos. Nada vale. A los mandamases, especie aficionada a la chupa teta, les importa un pimiento las contaminaciones ambientales, los perjuicios al entorno y la salud de sus ciudadanos. Para tenernos distraídos, mientras disfrutan de las vacaciones como señoritos privilegiados, lanzan algún globo de feria, como ahora el de bajar el límite de velocidad para reducir la contaminación. Pamplinas y aspavientos que diría don Quijote, tan citado por el moderno ZP y su corte de parabienes. 
Lo malo de esta ratería mundana es que se mundializa en forma de corrupción, soborno, extorsión, malversación, evasión.... Nadie controla nada y las ratas campean a sus anchas como gato panza arriba. Faltan honestidades y sobran impudicias. Lo cruel de todas estas ratoneras es el festín de ambiciones y el humillante flagelo hacia los indefensos. Un mundo sin estabilidad y protección a la vida, que cualquiera te la pueda apropiar y expropiar, creciente en desigualdades y sin equidad social, carece de futuro por más que se nos llene la boca de futurología. Se precisan acciones y opciones que nos den esperanza, hacia ese punto de equilibrio, tan necesario para convivir y vivir. De lo contrario, la vida vivida toca techo. Lo declaro con angustia de alma.