Algo mas que palabras...

Ante tantos derroches e irracionalidades

Autor: Víctor Corcoba Herrero

 

Nuestros políticos han comenzado a tirar la casa por la ventana. Algunos más que otros. Juegan con pólvora ajena. O sea, con el dinero de todos los españoles, incluidos los excluidos, aquellos a los que todavía, a pesar de tantos faroles encendidos, no les llegan esas políticas sociales y económicas que les enaltezca, como tampoco ese trabajo digno que hoy tan en precario se oferta. La situación es a veces tan injusta, que uno se pregunta: ¿Dónde están los sindicalistas? 

Es cierto que nuestra legislación subvenciona a los partidos políticos, con motivo de su participación tanto en las elecciones generales como en las que afectan a las comunidades autónomas y a las corporaciones locales. Es un derecho permitido, la ayuda financiera del Estado. Pero, tal derecho, no se le reconoce por su simple existencia como partido político, sino en cuanto concurre a la manifestación de la voluntad popular. Quizás, esa primera forma de manifestarse, podría ser la de apretarse el cinturón y derrochar menos. En lenguaje claro: predicar con obras, que las palabras nada cuestan. ¿Qué les parece, a los posibles servidores del bien común, dejar un tanto por ciento de la subvención para los desterrados del festín de la sociedad del bienestar? ¿No sería una buena forma de hacer justicia ante tantas injusticias discriminatorias? 

Por lo que veo, hemos convertido las campañas electorales en verbenas de mal gusto, donde todo es gasto y gesto de repugnancia hacia el contrincante. Muy pocos candidatos se libran de rebuznar. Lo embadurnan todo, por no decir otra cosa, de mediocridad. Son saltimbanquis bufones. ¿Dónde están los ecologistas? ¿O los académicos para que limpien, fijen y nos rieguen de esplendorosas ideas? Todo lo sacan de quicio. Desquician y pronostican los más variados tipos de peligros y calamidades, sino obtienen mayorías absolutas. En vista de lo visto, yo me pregunto: ¿Por qué ese miedo a ser minoría, a tener que dialogar y ser capaces de proponer y escuchar a otras opciones políticas? Se olvida que en la construcción de una sociedad democrática es esencial el recurso a la plática y consenso. Precisamente, entiendo, que el diálogo, que es la fuerza de la democracia, debiera ser el abecedario de los políticos. Por medio de la conversación, del intercambio de ideas y programas, se acierta más en el gobierno y los errores se corrigen antes.

Sin duda, el principio rector que ha de orientar todo el proceso electoral es, como resulta obvio, el democrático. Una atmósfera que debe avanzar en libertad y no anclarse en el tiempo para no caer en la irracionalidad. Un poner, por poner algunos ejemplos: Si los representantes no lo son de los partidos, ya que no pueden provocar su cese, ¿no sería más saludable, para la democracia, votar a las personas en vez de una lista cerrada? Si el derecho a participar corresponde a los ciudadanos y los representantes elegidos lo son de los ciudadanos, no de los partidos, al igual que la permanencia en el cargo no puede depender de la voluntad de los partidos, sino de la expresada por los electores a través del sufragio de las elecciones, ¿no sería más saludable para la democracia atender a la voz de la calle, la de los ciudadanos, que a los intereses partidistas? Si ningún partido es depositario exclusivo de una determinada línea de pensamiento en un Estado Social y Democrático de Derecho, ¿no sería más saludable para la democracia la denominación de la candidatura por personas y no por etiquetas – “socialistas”, “conservadores”, “verdes”...- que ya son historia de nuestra historia? 

Otros derroches absurdos e irracionalidades que se producen ante las elecciones, es el motivado por el favoritismo, hacia determinadas opciones u otras. La garantía de la máxima libertad para que los partidos puedan transmitir sus mensajes políticos a sus electores, es un buen síntoma de salud democrática. Una de las formas más dramáticas de discriminación es negar a grupos minoritarios el derecho fundamental a existir como tales e ignorarlos, sobre todo desde los medios públicos. Esto origina confusión y obstaculiza el acceso mismo a un disfrute equitativo de los bienes y servicios comunes. En este sentido, siempre será fructífero el debate, de todos con todos, para poder discernir. 

Se dice que votar es un derecho y un deber. Nadie lo niega. Lo sabemos. Pero los candidatos y los medios de comunicación, con tanto poder hoy en día, sobre todo la televisión, han de saber también, que están obligados, por propia ética profesional, a propiciar debates que nos esclarezcan posturas y a facilitar a los votantes el conocimiento de la verdad de los programas exhaustivamente, las líneas de actuación de los partidos y los propósitos a llevar a cabo en caso de ser elegidos por el pueblo. Si votar es un ejercicio constitucional que hemos de practicar, poner vetos es un problema de convivencia que hemos de atajar. De ahí, lo importante que es tomar partido en la elección, para que la paz social se socialice a la par que el amor se universalice, aunque reconozco que, no es fácil dar en el clavo, con tantos titiriteros en escena.