Algo más que palabras

Amigos que me traen la Navidad

Autor: Víctor Corcoba Herrero

 

 

Hace ya unos días, previo a estas fechas navideñas de máximo consumo que se nos avecinan, vino a despedirme un amigo proveniente de Madagascar, José Luís Guirao, fundador de la ONG Bel Avenir. Me comentó que había decidido tomar un respiro, aunque más tarde tuviese que volver por motivos de una onomástica familiar, porque ya no soportaba por más tiempo este continuo y constante bombardeo de “contaminación” comercial que nos llega por todos los frentes. Desde luego, le creo. Con este ambiente, no es fácil crear conciencia acerca de los problemas del llamado tercer mundo. Tengo que confesarles que su lección no me ha dejado indiferente. Ha podido quedarse entre nosotros, trabajar incluso en el primer mundo dada su altísima formación curricular; sin embargo, no lo ha hecho. Prefiere trabajar con todas sus fibras, hasta dejarse la propia vida si fuese necesario por esta causa, que no es otra que, la apuesta decidida e incondicional, por un desarrollo más humano en el mundo. Lo hace desde la ciudad de Tuléar (Sur de Madagascar), dentro de la región más pobre del país, en un programa de educación de base a beneficio de los niños más desfavorecidos y explotados.  

            Con una sonrisa en los labios, el corazón puesto en las palabras y la mirada como abriendo camino, me fue desgranando José Luís Guirao todas sus actividades, ilusiones y proyectos: “Llevamos a cabo más de veinte proyectos alrededor de tres ejes, social, sanitario y de medio ambiente, permitiendo al conjunto de la población (niños, adultos, minusválidos, seropositivos…) estar informados y ser ayudados, de una forma informal y lúdica, sobre los problemas identificados en la región y sus recursos”. A pesar de las dificultades propias para llevar a buen término este retorno al sujeto, al ser humano, me transmitió una fuerza conmovedora. No se trata tanto de que las personas aprendan o hagan, como de que las personas piensen y propongan. No tiren la toalla, dejándose explotar por el primer mundo. Que hombres y mujeres puedan obtener, por sí mismos, ingresos para llevar una existencia digna, que esta vida sea más larga y saludable, que tengan acceso a la educación. Pero, de igual modo, que ese desarrollo no sea agresivo con el entorno natural que nos acoge y venga acompañado de libertad política y del respeto de los tan nombrados (de boquilla) derechos humanos.           

Me recordaba el granadino José Luís Girao el empeño de su ONG (actualmente tiene la sede social en la Comunidad Valenciana , Plaza Alqueria Nova 9, Pta 56 - 46014 Valencia.  Contacto: M. Benito Pajares Teléf.: 961 331191 ó 656467774 E-mail: amigosdebelavenir@hotmail.com ) en acrecentar sus varios programas de capacitación, proyecciones escolares pedagógicas y proyectos medioambientales. Ciertamente, yo también creo que cada nación ha de hacerse responsable de su propia gente. Está visto  que los largos períodos de “caridad” son negativos. No es justo que los países tercermundistas sean todavía más dependientes del primer mundo. Tampoco es de recibo crear una homogeneización cultural. La historia nos demuestra que programas de ayuda han generado corrupción e ineficiencia. Lo que se necesita es verdadera oportunidad económica y no migajas. Un crecimiento, en definitiva, como el que proponen los amigos de Bel Avenir, a base de fomentar el diálogo entre heterogeneidades personales, sociales y culturales, integrando sin eliminar las diferencias, cuestionando la desigualdad y el aislamiento, haciendo posible que los niños y mayores se abran a otros conocimientos.           

Confieso que estas gentes de Malgache han despertado en mi, otra Epifanía muy distinta a la que se nos ofrece. José Luís Guirao me hizo entrega de un belén construido por los artesanos que acuden a la sede de la ONG Bel Avenir. Estas maderas, trabajadas con verdadero arte, tienen voz propia, recogimiento, gozos y poesía. A través de su destreza artística, puedo contemplar el misterio del amor de Dios que se ha revelado en la pobreza y en la sencillez de la gruta de Tuléar. Con ellos, y por ellos, ha llegado la serena Navidad a mi casa (del primer mundo), como un manantial de aire fresco, en medio de tantas amenazas; y, como una estrella luminosa de alegría, en medio de tantas tristezas. Lo agradezco profundamente; los amigos de Bel Avenir me han puesto en las manos del amor, su amor; aquel que nos transforma en una persona sensible y, por tanto, benévola y abierta. Bajo este camino de versos, la familia humana se poetiza como el verbo, se conjuga  corazón a corazón, en todos los tiempos y en todas las edades.  

            La Navidad no admite mediocridad de sentimientos para que se produzca el encuentro. Algo que pude revivir, recientemente, al asistir en Úbeda a la apoteósica representación de Natividad, obra de teatro escrita por Ramón Molina Navarrete. Por cierto, huye también de los tópicos navideños del portalito, los villancicos, el folclore, los regalos…; para ofrecernos un mensaje claro: “que Jesús murió para resucitar y resucitarnos, y que Jesús sigue naciendo cada instante en la gruta del hombre y la mujer que están dispuestos a abrirle las puertas de su corazón”. Quiera Dios que estas fiestas de Vida reaviven en cada uno la voluntad de hacerse activo y valiente constructor de la civilización del amor. Pienso que necesitamos, también hoy, volver la vista a ese verso y a esos cantautores de la verdad, para cultivar una auténtica búsqueda de nosotros mismos y reconocernos más humanos en este trajinar por la existencia. En la dulce mirada del Niño de Belén, que esa tarjeta (virtual o en papel) de felicitación nos remite, encontraremos la fortaleza necesaria para deponer rencores y resentimientos y una palabra de aliento para recorrer un camino de fraternidad. Que encuentre esa Navidad el lector es mi deseo, como yo la encontré en el corazón de esos amigos que se han acercado a mi posada. Buscando siempre se halla.