Algo más que palabras

No se quede sólo en caricias

Autor: Víctor Corcoba Herrero

 

 

Me parece bien, muy bien, cualquier encuentro que sirva para fomentar el diálogo, la lucha contra el terrorismo internacional y las migraciones. Ese fue el poema a recitar en la inauguración en Barcelona de la V Conferencia de presidentes de Parlamentos Euromediterráneos. A sabiendas que, el mejor código de conducta como el más níveo poema, pasa porque la autenticidad del latido se haga ejemplo de vida, por aquello de que la palabra es el espejo de la acción, propongo que desaparezcan del ambiente esa fiebre de poder, por poder, que quiere arrebatar libertades. Cualquier donación a dedo, como prebenda por los favores recibidos, tan de actualidad para desgracia de todos los demócratas, rompe la métrica. La corrupción destroza toda poesía. Porque sin ética, no hay estética y tampoco deontología que nos salve.

 

Válgame el Parnaso que quisiera tener otra sintonía más óptima en verdad. Confieso que también estoy por el aplauso del poeta hacia esos parlamentos de luz. Más que nunca son esenciales para compartir la democracia y los derechos humanos; hacer tertulia de alma a fin de que se haga realidad de que, hablando, puedan entenderse los pueblos. Lo tenemos complicado, sobre todo cuando no se respetan otras opiniones, formas de pensar diversas, identidades diferenciadas. La hipocresía social nos ha vuelto tan estúpidos como mediocres. Bajo este fuego de lenguas, sin lenguaje claro, entenderse es más difícil que conquistar un amor imposible. Por ello, no es de recibo jugar con cartas marcadas y alentar el humo del negocio antes que las brasas del espíritu. Que determinados empresarios hagan el agosto al calor del gobierno de turno, se confundan las amistades con el servicio al bien común y se desborde el gasto público a la máxima potencia, genera un daño tremendo a la convivencia en armonía.


Es obvio, palpable y evidente, que estoy por la palabra que sale del alma como verso (el más profundo de los besos), aire necesario para respirar, sin darse codazos los unos a los otros, muletazos envenenados o zancadillas a traición. Lo de aproximarse es norma de poema, y eso me gusta. ¿Qué cultura sembramos sí la poesía ha dejado de existir, verso a verso, o sea, coexistir corazón a corazón, en el mismo ser que excluye del horizonte cómo ha de vivir y morir? Es bueno que las palabras vayan acompañadas de hechos. Que no de hachas. Ya se sabe que, cuando abundan en demasíe son como las hojas, poco fruto hay entre ellas. Sucederá lo mismo con la alianza de civilizaciones, nos gastaremos un pastón para ponerla en marcha y quedarnos tan sólo en la música. 


Los discursos que quedan en la superficialidad de las olas, sin adentrarse en el mar profundo del verbo, de la sabiduría, brotan en desilusión y acrecientan la desconfianza. Hacen falta personas de conciencia que actúen coherentemente y pongan sus sílabas al servicio del bien, en última instancia, al servicio de la justicia y de la paz. Se necesita valor para ello y poeta para avivar ingenio, cuando no somos capaces de ejercer una administración responsable de nuestro hábitat, ni de hacer justicia ante la injusticia de la creciente desigualdad entre mortales. Eso de esparcir voces a desconcierto, es muy propio de la charlatanería, al que le puede la risa tonta, porque es incapaz de confirmar la primacía de la ética y de los derechos del ciudadano sobre todo lo demás, para preservar la dignidad humana que es el poema más perfecto que existe para cáliz de los poetas que se visten de falsas independencias, bailando a la consigna del poder como marionetas del pesebre.