Algo más que palabras

Ante la falta de libertad

Autor: Víctor Corcoba Herrero

 

 

Pensaba sobre ese don excelente de la naturaleza que es la libertad, señal distintiva de los seres racionales, mientras extendía la mirada por el mar del universo e injertaba el corazón de poesía. Me siento con poco aire de libertad. Y cuando el alma se siente herida por las rejas ciudadanas, acostumbro a salirme para reencontrarme. La opresión que soportamos es algo tremendo. 

Yo no encuentro libertad. Está ausente de nuestro diario de vida. Esto es un gravísimo problema que hemos de curar con urgencia. Cuidado con esos falsos libertadores (se reproducen como cucarachas) que cultivan mentiras en sus aparentes jardines, donde crecen injusticias y arbitrariedades a raudales. El panorama no es muy tranquilizador. Nadie se fía de nadie. Nadie respeta a nadie. Un juego peligrosísimo que crispa y lo que convulsiona acaba explotando. Eso de que el derecho del más fuerte sea lo que vence me destroza la esperanza. 

Se impone la fuerza del chulo antes que el diálogo del serio. El estado de dominación e intervencionismo que soportamos es tan cruel que nos deja sin aliento. Lo de luchar por el bien común es pura hipocresía. Tanto tienes (de poder) tanta libertad (de movimiento chulesco) posees. No son pocas las personas que abusan de su poder sin preocuparse de la objetividad rigurosa.

Esta libertad falsificada que nos pretenden inyectar en vena para nada nos pacifica. La excesiva politización de derechos fundamentales nos deja sin derechos dignos. Nos los roban. Nacen por ley natural, o sea, de vida. Son geniales para crecer en humanidad como persona. Por desgracia, cada gobierno quiere imponer su ley ideológica y hace su negocio pensando en las urnas. Esto es un calvario. Se utilizan todas las artimañas habidas y por haber. Como si fuese un reto. Se reta con descaro. Se ponen a punto los cebos en las autonómicas ratoneras como si los humanos fuésemos ratones. Se nos perdona la vida si somos afines. La muestra, este botón. Ya estamos en vías de otra ley educativa (de nombre), puesto que nos aborrega y deshumaniza. El Estado quiere educar a nuestros hijos. ¿Habrá mayor esclavitud?

Con este panorama, la paz social no tiene ganas de abrazarnos. No nos soporta. Le caemos mal. Los acuerdos de convivencia, los pactos entre humanos, son cada día más difíciles porque se parte de la farsa. Y si algo se pacta es más bien por conveniencia de intereses. Alguien debería poner orden en este diluvio de desórdenes. No vayamos a seguir expropiando libertades y conquistas de siglos. Las aguas sólo se serenan cuando prevalece un clima de confianza. Lo genera un sol responsable y una luna verdadera. Los satélites de la mentira están consiguiendo que España sea un pueblo menos libre y más mezquino. Me resisto a vivir según el político que nos legisla a su antojo. Prefiero vivir según la naturaleza, es decir, de acuerdo con la moral y la virtud.