Algo más que palabras

Más muros que puentes

Autor: Víctor Corcoba Herrero   

 

 

La tierra hasta ahora siempre ha tenido más muros que puentes. En esto no hemos avanzado. Y lo trágico, como ha dicho Benedicto XVI en Israel, es que todavía se sigan levantando murallas para izar el odio y la venganza. Abramos todas las tapias, es tan preciso como necesario, tan urgente como vital. Dondequiera que los seres humanos pongan barreras, debemos poner comprensión y entendimiento. Claro que hay que romper las vallas, pero ¿con qué ingenio? Sin duda alguna, hemos de buscar la manera de ablandar los corazones endurecidos. Cada día, los medios de comunicación social, trasladan a nuestros ojos imágenes que nos aprisionan. Son llamadas que debieran motivarnos a la apertura, a la reconciliación, a la solidaridad de los brazos abiertos. La humanidad no puede tapiarse una sobre otra. Estos parapetos lo único que hacen es echar leña al fuego y avivar la sed de revancha. Tengamos fronteras, si debe haberlas, pero no frentes ni medianeras, que nos enfrenten. 

Los muros del rencor y de la codicia, que aún nos separan unos de otros, acrecientan las hostilidades e indiferencias. Todo esto pasa porque el mundo, los diversos gobiernos de este globalizado mundo parapetado en las armas antes que en el corazón, todavía no combate con el escudo de la justicia en común. Nadie puede ceder a la tentación del desaliento y de la revancha: el respeto a la vida, la solidaridad internacional y el cumplimiento de la ley deben prevalecer sobre los murallones de crueldades y violencias. Habría que reforzar mucho más, pienso, la mediación internacional como medio fundamental para el arreglo pacífico de controversias, en lo posible antes de que éstas pasen a la etapa de fuego. Lo malo es que vamos a seguir levantando paredes, mientras se recluten niños para la guerra, en vez de reclutarlos para la educación. Precisamente, en las zonas de conflicto armado es donde más habría que potenciar las enseñanzas. Donde hay educación no hay distinción de clases, dijo Confucio. No le faltó razón, porque las enseñanzas que lo son en valor, templan el alma. Todas las naciones deberían considerar esto. 

Volviendo la mirada a los muros de la patria mía, aquí tampoco nos libramos de los diques separatistas. El boicot al himno español, alabanza de la indisoluble unidad de la Nación española, promovido por varias organizaciones independentistas catalanas y vascas, en la final de la Copa del Rey de fútbol, es un claro y bochornoso ejemplo de actualidad. Estos actos son intrínsecamente perversos, nunca justificables y menos en un evento deportivo, que siempre ha de estimular a la persona a dar lo mejor de sí. Por desgracia, aún desciframos torpemente el mundo, sobre todo cuando enaltecemos baluartes que nos dividen. Abajo todos los muros del egoísmo, la maldad que nos sirven o nos la servimos en bandeja, para desgracia de toda la especie humana.