Algo más que palabras

Puentes hacia la paz

Autor: Víctor Corcoba Herrero   

 

 

Está visto que se necesita poner concordia en los caminos de la tierra. Los organismos de las Naciones Unidas no cesan en sus mediaciones, en canalizar recursos, en proponer estrategias integrales de consolidación de la paz y recuperación posterior al conflicto. Son una fuerza de socorro que no da abasto, a esta diabólica invención de la mente humana que son las batallas. También la Unión Europea clarifica su estrategia de seguridad con el fin de que Europa sea un lugar seguro en un mundo mejor. O sea, más equitativo. El ser humano no puede vivir cada vez más en el tormentoso miedo de ver chispas por doquier lugar. Es necesario siempre tender puentes hacia la paz, educar y reeducar para el amor a la paz. 

Mejor que la persona que sabe lo que es ecuánime, está el que ama lo justo. Se precisa de estos amantes, porque lo que hace falta es construir puentes hacia la paz. Benedicto XVI se ha puesto en el camino como peregrino de paz a Tierra Santa, convencido de que el mundo actual necesita verdaderamente sosiego, especialmente al afrontar las tragedias de la guerra, la división, la pobreza y la desesperanza. También en las Vascongadas, de España, se acaba de producir otra peregrinación, la de la libertad, con la toma de posesión del nuevo lendakari electo, Patxi López, que ratifica su disposición de arriesgar si tiene que hacerlo para conseguir la paz. A veces, los seres humanos levantamos demasiadas tapias y no suficientes puentes. El Papa quiere compartir aspiraciones y esperanzas, penas y dificultades. De igual modo, el lendakari tiende la mano “de gobierno” para que nadie se sienta excluido. Dos actitudes valientes que merecen ser consideradas por todos. “No hay camino para la paz, la paz es el camino”, dijo Gandhi. Por eso es tan importante poner los valores al servicio de la senda, el intelecto al servicio de la estima, las religiones al servicio del ser, las políticas al servicio de los humanos.   

El mundo, todo el mundo, por una vez y para siempre, debería comprender que la paz más injusta es mejor que la más justa de las guerras. La paz tiene que ser posible y uno debe creer en ella y trabajar por ella a destajo, con la verdad como lenguaje, la justicia como regla, el amor como acción y la libertad como opción. Enseñanzas que, por cierto, recogen tácita o explícitamente casi todas las religiones. En una época en la que muchos perciben los signos de una crisis, no sólo económica o financiera sino sobre todo de valores y del sentido de la vida, la educación religiosa no puede excluirse. Tampoco estoy de acuerdo que deba reducirse al ámbito privado, lo que es una ciencia inmersa en otras ciencias, (psicología de las religiones, sociología de las religiones, filosofía de las religiones…), que además ayuda a la reflexión. El puente de las religiones debe sostenerse. Necesitamos una perspectiva de meditación, un horizonte de esperanza donde abrazarnos, sentirnos solidarios en la búsqueda, sabiendo que vivimos de las creencias. De igual modo, el puente de la democracia, que necesita de la virtud, también debe sustentarse, con éticas acciones políticas, el mejor antídoto contra los fanatismos sectarios, tanto en el ámbito científico como en el  político o incluso en el religioso.