Algo más que palabras
Soledades que matan

Autor: Víctor Corcoba Herrero   

 

 

La legión de soledades sigue en alza. Es el batallón de la muerte. La soledad del niño en el cuarto de máquinas, su madre con otro y su padre con otra, y él en ninguna parte como juguete de feria. La soledad de las víctimas por la violencia de género. Mucho decir político, pero poco obrar poético. Los jueces piden ahora, después de vidas sesgadas, que se comunique a la víctima si el agresor sale en libertad. La soledad de familias que ni se miran a los ojos. La soledad del enamorado cuando sólo es él quien ama. Ciudades grandes, soledades inmensas. Colmenas humanas, avisperos de soledad. En soledad soy nadie, en compañía mucho menos. ¿Qué hacer con tantas soledades impuestas? ¿Qué hacer con tantos silencios tragados, echando tristeza por los labios? Gloria Fuertes tenía su propia receta, que transcribo: “Desde este desierto de mi piso/ amo en soledad a todos/ y rezo un poema por los analfabetos del amor”. Vivir a base de darme, de darnos y abrazarnos, se ha perdido y este desajuste pasa factura. 

Me pregunto, pues, ¿por qué sigue en ascenso la soledad que mata y no el amor que resucita? Resulta paradójico y perverso que en la era de la mundialización, cuando las posibilidades de comunicación e interacción con los demás han alcanzado una dimensión que las generaciones precedentes apenas podían imaginar, tantas vidas humanas sientan los muros de la soledad en el alma de su propia existencia. Se ha perdido la mirada tierna, la mano tendida, el buen día de los gestos. A cambio se ha ganado la mirada que fusila, la mano que golpea, y el corte de mangas como saludo. Olvidamos el abecedario del alma, sólo nos importa la semántica del cuerpo, el yo soy por encima de los demás, cuando lo importante es nuestro intelecto, nuestro discernimiento, nuestra sensibilidad. Sin duda alguna, precisamos romper con el hechizo de los bienes materiales y centrarnos, en cambio, en los valores que susciten acogida para que, en un futuro, sólo haya soledades de vocación.  A fuego lento de amor se curan todos los virus, es la única salida.