Algo más que palabras
La vara de Bruselas

Autor: Víctor Corcoba Herrero   

 

 

Se han puesto de moda las recetas. La Comisión Europea no iba a ser menos y ha puesto el báculo del mandato en pie de solidaridad. Los gobiernos europeos deben adoptar medidas de inmediato para estimular la demanda y el empleo. Claro, una cuestión es la del deber y otra la del poder. Ancha es Europa pero se queda chica en iniciativas para apoyar a las familias con trabajos decentes. Quizás pensando en esto, en lo mal que vamos y venimos, en las vueltas y revueltas a ninguna parte, porque el paro es ya más crónico que una neumonía y la pérdida de poder adquisitivo de los ciudadanos empieza a ser denominador común, el presidente de la citada Comisión, José Manuel Durao Barroso, ha puesto voz y deseo salvavidas, aunque luego sea más de lo mismo: palabras baratas, en un plan para reactivar la economía de la Unión Europea que, dicho sea de paso, está en cuidados intensivos de maltrecha que anda.  

“Nuestra prioridad es minimizar el impacto de la crisis en el empleo, en el poder adquisitivo y en la prosperidad de nuestros ciudadanos", afirmó Barroso sin temblarle el pulso. Bien por la intención. No cuesta nada decirlo. Le ha faltado pedir una mayor participación de los pobres en los procesos de decisión en el campo económico y poner en voz el fundamento. Que el valor de una sociedad depende del trato y la atención que reserva a sus miembros más débiles. La respuesta de los gobiernos a estos desafíos debe guiarse por el principio ético que más de un político lo tienen olvidado.  

Sin ir más lejos, en nuestro país, raro es el día que no salta a la prensa un caso de corrupción política. Lo único que no ha entrado en crisis es el negocio de la política. "Mejor en billetes grandes, ocupan menos espacio”, decía una grabación de los últimos casos de soborno propiciado por un concejal. Con este tipo de políticos, sirviéndose la mayor tajada para ellos y los suyos, con sueldazos y prebendas de tomo y lomo, difícilmente puede darse una sociedad en la que todos se benefician del bien común y ninguno sea dejado fuera de juego. Por esto, es más urgente que nunca responder a las necesidades de quienes buscan un empleo decente y oportunidades para salir de la pobreza y evitar la marginación, la explotación y la disgregación social. Y también es más necesario que nunca poner en valor a los políticos honrados. A veces nos da la sensación, a juzgar por la tremenda cosecha de caraduras a los que se les coge con las manos en la masa, que proliferan sólo los políticos interesados, preocupados mucho más por la seguridad de sus bolsillos que por la inseguridad de los empleos de los ciudadanos a los que están llamados a servir, no a servirse de ellos.