Algo más que palabras
"A propósito de un cartel"

Autor: Víctor Corcoba Herrero                 

 

 

                Se ha puesto de moda la pasarela de carteles en lugares de tránsito como pueden ser los aeropuertos, o estaciones de autobús y tren. Para mí que se reproducen como estrellas en la noche para que pongamos los sentidos alfabetarios a traducir la multiculturalidad de emisores. Por cierto, algunos son tan repetitivos que llega un punto en que te aburres de ellos.  Otros, sin embargo, son tan gráficos que te ponen el iris en movimiento. A mí me sucedió con éste: Acércate a las drogas en el extranjero y cualquier país del mundo será tu prisión. Fue todo un hallazgo. Lleva la firma del Ministerio de Sanidad y Consumo. En el reverso de unas postales también figuran unos recetarios consejos: No compres, consumas, ni trafiques con drogas en el extranjero. Si sales de nuestro país, evita cualquier contacto con las drogas, puede ser el inicio de un viaje sin fecha de retorno. No hagas caso de falsas informaciones según las cuales otros países son más permisivos que España en el tráfico o consumo de drogas. No aceptes hacerte cargo de equipajes u objetos cuyo contenido desconozcas. En caso de detención comunícate lo antes posible con el Consulado de España o de cualquier país de la Unión Europea.  

            La verdad que este tipo de cartelería en principio se agradece; primero, porque te pone en preaviso y, segundo, porque es una llamada a la responsabilidad. Al parecer, la cifra de españoles encarcelados fuera del país, tras haber sido detenidos por posesión o tráfico de drogas o simplemente por estar envueltos en alguna redada, se está disparando. Ya no podemos afirmar que haya unos países productores y otros consumidores. Esto también se ha globalizado. Todos los países producen y todos consumen; especialmente ahora con las drogas sintéticas. Están bien los carteles y demás trípticos al uso, pero se precisa algo más, por ejemplo un sistema regeneracionista de educación globalizada, donde se aprenda y se cultive la reflexión sobre sí mismo, a saber discernir entre bienestar y felicidad, a descubrir el valor de la vida, a afrontar la vida y sus dificultades, saber elegir y saber decir "no" cuando sea necesario, aprender a respetar las leyes. Saber ejercitar la voluntad, respetar el propio derecho de no matarse a sí mismo. Aprender a vivir, en suma, por sí, para sí y  para los demás. Se trata de llevar a buen término un esfuerzo reeducativo complejo, obviando fronteras, y como tal debe ser resultado de un esfuerzo conjunto de todo el mundo para sus moradores. Familia, los que la tengan porque ya hay muchos que no la tienen, educadores, Estado e Instituciones, Organismos internaciones, medios de comunicación, etc., la sociedad toda ella, en suma, ha de sentirse implicada en este impulso colectivo.  

           Lo de acércate a las drogas en el extranjero y cualquier país del mundo será tu prisión, debiera sugerir además otras vías, como la prevención y recuperación para el que ya está enganchado a esta endemoniada y mortecina ola. Considero fundamental combatir la organización mercantil y financiera internacional de la droga; sobre todo, porque pienso que hay que formar un frente compacto que se empeñe en denunciar y perseguir legalmente a los traficantes de muerte. Eso es lo que son. Es más, veo con buenos ojos que salgan a la luz los intereses de quien especula en este mercado. Pero, igualmente, considero que debemos regenerar valores humanos perdidos, el del amor a la vida por ejemplo. Nos toca a todos, más si cabe a los Organismos e  Instituciones, empeñarse en una política persistente y seria, dirigida a subsanar situaciones de desajuste personal y social, entre las que sobresalen la crisis de la familia, el desempleo juvenil, la falta de servicios socio-sanitarios sobre todo en verano, las deficiencias del sistema escolar, etc. En cuanto a la recuperación, pienso que también es necesario conocer al individuo que se droga e intentar comprender su mundo interior, llevarlo al descubrimiento o redescubrimiento de su propia dignidad y ayudarlo a salir de esa absurda prisión que son las adicciones, antes que la droga lo sepulte. Todos tenemos derecho a una segunda oportunidad. Quedarse, pues, en un mero injerto de miedo social, cuando la mayor cárcel es la droga, tampoco me parece del todo efectivo (ni afectivo). En todo caso, un ciudadano lo que tiene que tener siempre en mente es el nivel de la dignidad, muy por encima, desde luego, del nivel del miedo.