Algo más que palabras

El tropiezo del mundo

Autor: Víctor Corcoba Herrero    

 

 

La desigualdad es el gran tropiezo del mundo, que no levanta cabeza. La búsqueda del propio interés parece ser un diario en la vida humana que se acrecienta en vez de mermar, aunque abunden las palabras de querer reducir discriminaciones entre quienes lo tienen todo y quienes carecen de bienes básicos como la educación, la salud y la vivienda. Precisamente, hace unos días, invitado por la Fundación COPRODELI (comunión, promoción, desarrollo, liberación), que por cierto no tenía noticias de su quehacer ni existencia, invitación cursada a través del profesor universitario Francisco Javier Melero, tuve la dicha de asistir en la capital granadina, al II Encuentro que esta ONG convocó en nuestro país, afanada en promover el desarrollo integral de las poblaciones urbano-marginales más desfavorecidas del Perú, donde pude volver a comprobar, con imágenes y testimonios conmovedores, la persistencia del terrible sufrimiento que ocasiona el hambre y la pobreza.  

El fundador de COPRODELI, Miguel Ranera, presente en el citado evento junto a cooperantes y voluntarios provenientes de otras ciudades y países, fue desgranando los gravísimos efectos del terremoto acaecido en el 2007, participándonos que la sociedad peruana nos demanda soluciones para los problemas sociales que aún la acucian, especialmente para la reconstrucción de viviendas, colegios y centros médicos, a la vez que agradeció enormemente la entrega generosa de nuestra país. Universidades como la de Granada…, Administraciones Autonómicas como la Junta de Andalucía y Castilla-La Mancha…, Administraciones Locales como el Ayuntamiento de Madrid, Alhaurín de la Torre, la Solana, la Rambla…, u otras Agencias de Cooperación, infinidad de empresas y particulares, por citar algunos de los más significativos patrocinadores, han hecho posible que diversos sueños se hiciesen realidad. “Muchos pobladores humildes son beneficiados con diversas iniciativas sociales, educacionales, asistenciales de COPRODELI, como son talleres, centros de educación, hogares de niños de la calle, guarderías, centros de salud, comedores, botiquines, bibliotecas populares, capacitación de jóvenes desocupados, formación de microempresas, fomento de artesanía y otros” –son palabras del Embajador del Perú en Madrid, Carlos Pareja Ríos, recogidas en el dossier que participaron al público allí congregado. 

Estos graves problemas, a mi juicio, tienen su raíz en las distancias solidarias, cuestión que habría de ser abordada con una perspectiva global que sea, al mismo tiempo, una consideración ética por parte de todos los Estados y sus gobiernos. Hay que extender, de una vez por todas, una solidaridad real y efectiva. Todas las instituciones sociales deben apostar por esta tarea que, aunque laboriosa, es esencial para reducir desniveles que discriminan y destruyen vidas humanas. Debemos reducir, con urgencia, la brecha entre quienes tienen acceso a la abundancia y entre quienes quedan excluidos. Nuestro país ha desarrollado programas de canje de deuda por inversiones en educación y otras políticas sociales, que han beneficiado ya a diversos países latinoamericanos. Pienso que esa es la línea a seguir para aminorar el abismo que existe entre los que posen recursos suficientes para desarrollar crecimiento y aquellos otros que nada tienen, y que para tener algo, necesitan acumular deudas. 

            A todas luces, el espantoso endeudamiento de los países en desarrollo se sitúa en una amplia y compleja atmósfera de relaciones económicas, políticas, tecnológicas, con un aluvión a veces de intereses que causan sometimiento. La interdependencia de las naciones entre sí conlleva la necesidad de concertar la globalización del bien común. Correspondencia que para ser justa, en lugar de conducir al dominio de los más fuertes, al egoísmo de las naciones, a desigualdades e injusticias, debe hacer surgir formas nuevas y ensanchadas de solidaridad, que respeten la igual dignidad de todos los pueblos. Hoy en día quien dispone de tecnologías tiene el poder sobre la tierra y sobre los seres humanos. De ahí también han surgido formas de desigualdad que habría que controlar, entre los poseedores del saber y los simples usuarios de la técnica.  

La “Carta de los obispos de América Latina y el Caribe”, entregada el 15 de mayo a la canciller alemana, Angela Merkel, con motivo de la V Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno de América Latina, el Caribe y la Unión Europea (ALC-UE) realizada en Lima, es otra muestra más de la situación de desigualdades que sufre el mundo. La misiva advierte de la situación general en que viven los pueblos de la región, marcados por la pobreza, la exclusión, la fisura creciente entre ricos y pobres, la inviabilidad de la pequeña producción agraria y la pequeña empresa, desocupación y precaria situación laboral, sistemas inadecuados de educación y salud pública, inseguridad y violencia, inexistencia de una seguridad alimentaria, migración causada por la falta de oportunidades y el creciente deterioro del equilibrio ecológico.  

Por cierto, fueron los mismos problemas que COPRODELI trasladó al auditorio en su II Encuentro. De todo ello, quizás yo me quede como reflexión que participo al lector, con sus diez compromisos de la tienda COPRODELI, Comercio Justo. Son reclamos o sugerencias merecedores de escucha. Tal vez ya le suenen. Pues tengámoslos en mente. Helos aquí: Destinar los beneficios a programas de mejora social. Respetar la cultura autóctona y el medio ambiente.  No adquirir artículos elaborados por niños y denunciar cualquier forma de explotación infantil. Promocionar la igualdad hombre-mujer. Promover el diseño y la calidad.  Establecer vínculos comerciales a largo plazo con los artesanos. Abrir nuevos mercados y facilitar la distribución de sus productos. Pagar al contado, para que el artesano pueda continuar su labor sin necesidad de endeudarse. Fomentar formas democráticas de organización entre los artesanos. Ofrecer facilidades para que puedan ejercer su actividad en su lugar de origen, evitando la desintegración familiar por la necesidad de emigrar a las grandes ciudades o a otros países. Sin duda, diez empeños para ponernos en movimiento, con el único desvelo y afán de priorizar la vida digna, donde quiera que se halle, sobre todo lo demás.