El efecto contaminante

Autor: Víctor Corcoba Herrero

 

 

La mar, encendida

por la concentración de contaminantes;

el campo, desértico

por el aluvión de vertidos

que nos invierten los días de sol

y las noches estrelladas;

un cielo que ya no es celeste,

y una nube irrespirable se traga la vida.

 

Hay que poner a salvo la tierra,

con el amor  como aliento,

el orden como luz,

y el camino como colina de viento.

 

Tras el viento, que todo lo purifica,

hasta el barro humano,

volverán a brotar las claridades

para auparnos en la belleza,

antes de que nos fumemos la existencia.

 

Todo tiene que volver.

También el humano ser a ser humano.

Sólo puede salvarse así la raza.

Utilizar el arma de la risa

y el alma de la entrega, es el principio.

 

El fin es nutrirse corazón a corazón,

esparciendo latidos que depuren los días,

purgando noches que no amanecen

y enmudecen el violín del tiempo.

 

Sin música nada existe.

La orquesta del universo es el todo.

Todo ha de ser estético.

La estética jamás contamina

ni quebranta los acordes del aire

que dan brillo a la retina del mundo.