Algo más que palabras

El vino en verso y el verso en vino

Autor: Víctor Corcoba Herrero

 

 

Desde los más remotos tiempos, se ha dicho que el pan encarna todo lo que el ser humano precisa para el diario de su vida, mientras que el agua es el germen que hace posible la existencia, bajo el festín del vino que nos alegra el corazón. Nos lo recuerda el refranero: con pan y vino se anda el camino. Convertido el vino, pues, en la exquisitez gozosa de la creación, es natural que el paladar del arte y de la literatura lo eleve a las alturas del amor. Y como en todas las pasiones, se requiere para que las cumbres no se tornen borrascosas, hacerlo en distanciados sorbos y en pequeñas dosis para disfrutar más, siendo uno mismo, de la optimista fiesta de los sentidos. Un proverbio japonés, pone la tilde en la actitud a tomar: “con la primera copa el hombre bebe vino; con la segunda el vino bebe vino, y con la tercera, el vino bebe al hombre”.  

El vino siembra poesía en los corazones. El vino en verso y el verso en vino, ayuda a romper murallas. Celebrarlo es lo propio. Esto viene a cuento, porque estamos conmemorando el setenta y cinco aniversario de las Denominaciones de Origen de nuestros ricos caldos, que por entonces era veintiuna, así como ocho Estaciones Enológicas, y que actualmente son ciento treinta y uno, correspondiendo dieciséis a bebidas espirituosas con Denominación Geográfica, cuarenta y dos a Vinos de la Tierra, y setenta y tres a vinos de calidad producidos en región determinada.  

El arte y la literatura en el vino han ido creciendo como también nuestra posición privilegiada, ya que somos líderes en superficie vitivinícola, según el Informe de la Organización Internacional de la Viña y el Vino (OIV), del pasado marzo. Además somos el tercer exportador de vino del mundo, con unos catorce millones de hectolitros. Este volumen representa un diecisiete por ciento del total en el mundo, por detrás de Italia y de Francia. Ya en su época el ilustre Quevedo, hizo la mejor publicidad cuando escribió: “(...), para conservar la salud y cobrarla si se pierde, conviene alargar en todo y en todas maneras el uso del beber vino, por ser, con moderación, el mejor vehículo del alimento y la más eficaz medicina (...)” De igual modo, en la Antigua Alianza, tanto el pan como el vino eran ofrecidos como sacrificio entre las primicias de la tierra en señal de reconocimiento al Creador. Hoy, al igual que los artistas y literatos clásicos también se vive una relación peculiar con la belleza, y, con el mismo don del talento artístico, surgen alrededor de las vides de la vida, que son las del vino, horizontes que plasman amistades y abecedarios que despiertan el amor.  

Allá por los años en los que la poesía gobernaba sobre la prosa, un tal  Hipócrates insistía en el buen tono y mejor timbre que se conseguía llevándose a los labios con mesura un trago de este manjar de los dioses. Así lo convidaba al gentío: “El vino es una cosa maravillosamente apropiada para el hombre si, en tanto en la salud como en la enfermedad, se administra con tino y justa medida”. Al respecto tenemos que decir que, en cuanto al consumo actual y según datos del panel de Consumo Alimentario del MAPA, la propia Ministra del ramo Elena Espinosa, ha señalado que si bien se ha producido un descenso del consumo del vino en España, no ha ocurrido lo mismo con los vinos de calidad, que ha crecido de manera continua en los últimos veinte años. Y es que un vino bien cuidado y mejor servido, ingerido en el momento oportuno, aparte de sentar bien, fomenta el diálogo, es cultura y diversidad, da brillantez a las campiñas, -como dijo Ortega y Gasset-, exalta los corazones, enciende las pupilas y enseña a los pies la danza.  

Pienso que el gobierno español hace bien en diseñar la denominada “Estrategia 2010”, para situar a España como líder del sector del vino a nivel mundial. Cuando menos, a mi juicio, es un peldaño más para la acción de todos los agentes que operan en el sector para ser competitivos y así vender más y mejor. Que no se quede sólo en deseos y palabras. De todas maneras, un buen vino siempre vende, es como una buena película –diría Fellini-: “dura un instante y te deja en la boca un sabor a gloria; es nuevo en cada sorbo y, como ocurre con las películas, nace y renace en cada saboreador”.

En la oda al vino de Pablo Neruda (“El vino mueve la primavera, / crece como una planta la alegría. Caen muros, peñascos, / se cierran los abismos, / nace el canto.”), se describen todos los encantos al servicio del ser humano, el único ser que se refresca sin tener calor y que consume sin tener sed ni hambre. Algunos como Federico han soñado ser todo de vino para beberse asimismo. En todo caso, los signos del pan y del vino siguen significando también la bondad de la creación, frente a otras producciones avinagradas como la autosuficiencia, a sabiendas que la humanidad humilde y tolerante es la única inversión que nunca quiebra.  

Pitágoras de Samos nos extendió la receta de un justo beber y de un justo vivir: “Si quieres vivir mucho, guarda un poco de vino rancio y un amigo viejo.” Que se rememore, pues, el aniversario de las Denominaciones de Origen de nuestros vinos; es decir, los nombres geográficos conocidos en el mercado nacional o extranjero, y que sean empleados para la designación de vinos típicos que respondan a unas características especiales de producción y a unos procedimientos de elaboración y crianza utilizados en la comarca o región de la que toman el nombre geográfico, y teniendo presente que lo mejor es salir de la vida como de una fiesta, ni sediento ni bebido, me parece un acto de justicia a quien es In vino veritas (el vino, de la verdad es amigo). Al pan, pan; y al vino, vino –que se dice.