Algo más que palabras

España huele a azufre

Autor: Víctor Corcoba Herrero

 

 

Podemos tener un quintal de normas publicadas, toneladas de deseos para mejorar el medio ambiente, pero si luego ni cumplimos la ley ni los deseos se avivan a favor de un desarrollo sostenible, apaga y vámonos. La investigación científica demuestra cada vez con más claridad que el impacto de la actividad humana en cualquier lugar o región puede tener efectos sobre todo el mundo. Nadie se libra. Las consecuencias del descuido del medio ambiente acabarán pasando factura. Lo están pasando ya. Que la Comisión Europea haya abierto un expediente contra España y otros cuatro Estados miembros por superar los límites que marca la legislación comunitaria para las concentraciones en la atmósfera de dióxido de azufre, no es para tomárselo a la ligera.  

Hay que apostar por las tecnologías limpias a pleno pulmón, por aquellas que no manchen la esponja de la vida que ya está bastante destrozada. El aire en vez de estar esponjado de versos está espumoso de humos. La normativa ha de cumplirse, para eso se dicta y promulga. Choca la contradicción entre la belleza que tanto nos entusiasma los sentidos y la manera de contaminarlo todo con una cara dura impresionante. El medio ambiente no es un juguete para que lo destroce nadie. Y mucho menos los poderosos, con sus planes productivos y sin ética alguna. Los ciudadanos tenemos derecho a estar protegidos de toda contaminación. Qué menos. Ya me dirán qué progreso es éste, si algo tan básico como tener seguridad a no ser contaminado tampoco se nos garantiza. Si nos roban el aire puro de la libertad cómo veremos las estrellas, cómo cultivaremos y nos cautivará la hermosura, cómo vivir sin vivir bajo la sombra de esta eutanasia ambiental.

La crisis ecológica contemporánea es fruto de nuestro degenerado comportamiento y de una viciosa concepción de poder que fomenta un desarrollo a su libre albedrío sin contar con el ambiente natural, ni con su ley de vida, que es lo que da armonía a la existencia. El mundo sufre baños de azufre a causa del egoísmo de gentes sin escrúpulos. No es malo el deseo de vivir mejor, pero es equivocado el estilo de vida que descompone el hábitat para consumir la existencia en un goce que se propone como fin en sí mismo, sin importarle para nada el destrozo envenenado que deja este tipo de conductas. Por esto, es necesario esforzarse por implantar un vivir distinto, que no corrompa la belleza nuestros andares.

Si en verdad a todos nos preocupa ver cómo avanza hoy el desierto y cubre tierras que hasta ayer eran prósperas y fértiles, no podemos quedar indiferentes y el peso de la ley ha de recaer contra aquellos causantes de contaminación. Si en verdad, también nos angustia ver cómo pueblos enteros, millones de seres humanos, están sumidos en la indigencia, padecen el hambre y enfermedades por falta de agua potable, debiéramos reconsiderar nuestra postura de sembrar escombros en lugar de pétalos. En suma, si en verdad, que es como decir con el corazón en la mano, todo esto nos afana y desvela, más que subirse a un globo de buenos propósitos que no pasa de ser un sueño, insisto, hay que ascender a otros modos de vida y a otras maneras de vivir, no vaya a reventarnos el globo en plena discusión y nos quedamos en nada.