Algo más que palabras

El cheque voto ó voto-cheque

Autor: Víctor Corcoba Herrero

 

 

Resulta que ahora la política se ventila con un título de crédito, en virtud del cual el papá Estado que actúa como librador ciudadano, libra unas migajas a favor del gentío que considera posibles votantes. Así surgen, a dos pasos de las elecciones, el invento de la ratonera de cheques, donde el cebo es, ni más ni menos que ponernos la miel en los labios, tenernos contentos hasta los comicios, que los defraudados sean cuatro gatos, y después si te vi ni me acuerdo. La guinda del cheque-regalo es una embriaguez que ciega como a Eva le cegó la manzana. Hasta ahora sabíamos de las comisiones que son tácitos cheques de gratitud al político en el poder, de la emisión de algunos cheques en blanco como se ha puesto de manifiesto con los más escandalosos actos de corrupción ladrillera, de cheques de viajero a lugares exóticos para políticos necesitados de cariños, pero lo que no podíamos imaginar es que los tipos de cheques se disparasen con esa alegría, como si fuese darle a un programa de impresión. Hay que ver lo que hace la inminente  convocatoria a las urnas: cebarnos de cheques.  

No seré yo el que diga que no está bien que el pueblo salte de alegría, ya me gustaría que fuese todo morador, aunque a propósito me viene a la memoria una célebre frase de un escritor polaco de origen judío, Stanislaw Jerzy Lec, al advertirnos de que cuando saltásemos, también cuidáramos de que nadie nos quitara la tierra debajo de los pies.  De momento, ahí está el gran salto de los cheques: el cheque-bebé, cheque-vivienda, cheque-libros, y otros que irán surgiendo hasta las urnas, como si Moncloa fuese una tómbola. ¿Qué pasará cuando las elecciones ya se hayan celebrado y no sea necesario el cheque-voto o cheque electoralista? ¿Tendremos otros cuatro años de resaca social? En cualquier caso, pienso que los planes para la inclusión social son algo más complejos. Por desgracia, no pueden resolverse con un puntual y oportunista cheque al marginal. 

A golpe de cheque, la pobreza y exclusión social, no merma. Bien es verdad que buena parte de los sectores que integran la política social han sido transferidos a las Comunidades Autónomas, lo que también ha agravado el desequilibrio entre regiones. La solidaridad, como también lo social, suele quedar en la letra y en el espíritu de la ley. Lo cierto es que las empresas, en menos que canta un gallo, se trasladan de una parte a otra del planeta en busca de la reducción de costes, de mano de obra barata, y obtención de mayores beneficios, dejando en el desempleo a miles de trabajadores. ¿Qué tipo de desarrollo es éste que no respeta a las personas, que las selecciona a su antojo discriminatorio y sin humanidad alguna?  

Más que cheques cebo habría que articular mecanismos de transparencia redistribuidores de la riqueza, a través de los cuales se buscasen salidas para disminuir las galopantes desigualdades. Protección social sí, es de justicia, frente al estado personal de empobrecimiento que viven algunos ciudadanos españoles, a los que los opulentos suelen hacerles asco, y, asimismo, frente a la exclusión social que atañe a grupos sociales y que encierran carencias económicas, sociales, culturales…Por ello, pienso que las Comunidades y el propio Estado tienen el deber moral, no de extender la moda del cheque-voto, y si de aumentar las inversiones  públicas y privadas, de fomentar el acceso al pleno empleo y a todos los servicios, derechos y bienes a las personas en previsible riesgo de marginalidad; y a movilizar con sus políticas, a todos los agentes sociales, actuando a favor de las personas y grupos más vulnerables. Eso si que sería una buena libranza integradora y de seguridad, porque lo del cheque-para todo; es pan para hoy, hambre para mañana. Que no nos engañen. Un respeto.