Algo más que palabras

El Balance

Autor: Víctor Corcoba Herrero

 

 

Van pasando los años boyantes, que suelen serlo para los de siempre, y el adverso balance se impone en las familias con menos recursos. El despilfarro y el estraperlo no entienden de repartos. Y la realidad es la que es por muchas esperanzas que nos quieran vender. Que se lo digan a esos jóvenes que no acaban de entrar por la puerta de la actividad europea, que, a pesar, de su sesuda  preparación academicista no encuentran hueco laboral para valerse por si mismos e independizarse. La integración sociolaboral de los más jóvenes es una de las grandes asignaturas pendientes que sigue sin resolverse. Es más, pienso que son víctimas de un sistema injustamente competitivo; donde unos, los niños de papá, juegan con las cartas marcadas frente a otros. Los frutos de este caos, por mucho que nos lo nieguen, son verdaderamente alarmantes, el riesgo de caer en la marginalidad y en las adicciones está a la orden del día. Por otra parte, no hay cuerpo de “mileurista” que soporte tanta esclavitud, tantas situaciones abusivas, empezando por unas buenas tragaderas de servilismo con el empleador, no nos vaya a cambiar por otro en unas vacaciones. Conozco más de un caso. 

El desbarajuste y descontrol en el que estamos sumidos, bajo la cruel sombra de la incertidumbre que dispara los nervios a cualquiera, la politización de las instituciones, hace mucho más dificultosa esa integración real. Muchos de nuestros contemporáneos, incluidos los jóvenes, han perdido conciencia de vida y buscan desesperadamente huidas en un consumismo desenfrenado, en la droga que se dispara su consumo, en los baños de alcohol y en el erotismo sin cerebro ni amor. Cada cual busca su goce como puede, seguro que para olvidarse de esta galopante exclusión de don nadie, propiciada por un sistema de poderes corruptos a más no poder, pero más pronto que tarde le invade la tristeza, el vacío, la depresión que llega a ser tan honda que raya la desesperación. Todos los Estados bien gobernados y todos los príncipes inteligentes –dijo Maquiavelo- han tenido cuidado de no reducir a la nobleza a la desesperación, ni al pueblo al descontento. Aquí hace tiempo que los insatisfechos son un enjambre, lo que sucede es que todavía están mal organizados, ya verán cuando se organicen y nos pasen factura de nuestros derroches y soberbias.  

España que, a mi juicio, ha crecido de forma importante para los que estaban mejor situados económicamente, no así para los jóvenes y las familias hipotecadas hasta los dientes, lo que ha hecho crecer las desigualdades a un ritmo vertiginoso, duerme bajo la orquesta de los trepas, los zánganos, el insecto violín, los abejorros pelotas…  Yo tengo esperanza, palabra que tengo deseo de esperanza, que los presupuestos del próximo año sirvan para corregir estos injustos desequilibrios que saltan a la vista. Una mínima sensibilidad, señoras y señores, ustedes que tienen la sartén por el mango.  Solbes acaba de decir que la economía española dispone de mecanismos de protección para la posible pérdida de empleos, lo que no entiendo porque no se hace ya si los pobres cada día son más pobres porque no tienen empleos dignos, retribuidos en su justa medida y no con migajas, aplíquese con urgencia, también en los sectores de juventud que tanto engordan las bolsas de pobreza en un mundo de ricos. No dejen que sigan desangrándose como una fuente más corazones, mirando para otro lado, como si el dolor humano no valiese nada. Solidaridad, señorías.