Algo más que palabras

La responsabilidad de una sociedad irresponsable

Autor: Víctor Corcoba Herrero

 

 

Se ha instalado la irresponsabilidad en nuestras vidas, a pesar del aluvión de puestos de responsabilidad que hemos generado, en esta sociedad, donde el caos se sirve cada minuto en bandeja. Quizás sea el peaje que tengamos que pagar por circular sin corazón. Las crónicas, que por cierto acabarán siendo cada día menos noticia y más costumbre, hablan de padres que abandonan a sus hijos por ir de copas, que les fuerzan a prostituirse, que son moneda de cambio entre parejas separadas, o que simplemente pasan del ejercicio de su labor de ser los primeros educadores de sus hijos; algo que no hacen ni los animales, dejar tirados a sus cachorros.  

La falta de responsabilidad es el pedrusco de cada día, en el campo de la sexualidad humana no podía ser menos. Al final, las víctimas siempre son las más débiles, las mujeres y los niños. De nada sirven las leyes protectoras, si en el campo educacional, sobre todo de los varones, no se afianza un comportamiento más maduro y cabal. Al fin y al cabo, las madres, salvo algunas excepciones que no confirman la regla, tienen un instinto maternal de protección superior al varón, que lo da la propia naturaleza. Sin embargo, en las responsabilidades relativas a la procreación y educación de los hijos, es cuestión de dos, tan importante es el padre como la madre. La falta de juicio, en el comportamiento sexual, genera actitudes bestiales como las que vemos, ¡y ojalá nos sirvan para meditar! No se pueden obviar obligaciones, aunque sean fruto de una noche loca como ahora se dice, que han de ser repartidas y compartidas. Toda vida tiene derecho a ser generosamente acogida, y no hay otro vínculo que el amor, por más que quieran pasarlo de moda los irresponsables, y la comunión estable de una familia.  

Se ha dicho, y es cierto, que el verdadero observador crece y aprende, y descubre que siempre es el principal responsable de lo que sucede. Un informe presentado por Greenpeace, habla también de los agricultores irresponsables, de los ganaderos inconscientes y de los imprudentes, a los que tilda como responsables de la mayoría de los incendios que se producen. Ahí está también la carencia del sentido de responsabilidad de los usuarios de carretera. Es más de lo mismo, la irresponsabilidad se encuentra cómoda entre nuestra necedad y locura. Esto quiere decir que hay que crear un clima de sensatez y de respeto a los demás. Hoy no sólo hay una globalización económica; debe haber una globalización de la responsabilidad en su más puro sentido, la universalidad por la que todos somos responsables de todos.  

Las imágenes de la irresponsabilidad ahí están, no sólo para fotocopiarlas en nuestra retina y ya está, sino para mirarlas con los ojos del alma y, así, poder interpretarlas. No podemos por menos de sentirnos impulsados, tanto individual como colectivamente, a una toma de conciencia responsable que se traduzca en decisiones coherentes para la protección de un ambiente, donde el garante sea la responsabilidad, lo que exige disciplina y autodominio. Con descarada frecuencia, los poderosos, no hacen sus deberes, se muestran olvidadizos, a sabiendas de que cuánto más poder se tiene, más responsabilidad se asume; y, en otras ocasiones, tampoco nada hacemos nosotros, los subordinados, por llamar a la responsabilidad a una sociedad irresponsable de la que todos formamos parte.